mercredi 28 avril 2010

ANIVERSARIO DE "EL POETA"



ESOPO SENTENCIÓ: UN SOLO RAFAEL NO HACE PRIMAVERA

Dedicado al poeta Rafael Larrea

Por Efrain Espinoza

Ibiza, España
abril de 2010

“Tienes que entender que la literatura tiene que ser comprometida, no puedes ser un verdadero revolucionario si tu poesía también no lo es”. Me dijo el poeta, en tono de sentencia al tiempo que su cabeza desplazaba su poblada barba en forma de un severo péndulo. Sus ojos echaban chispas y tras esa respuesta no tuve la intención de insistir y me quedé con el resto de mis poemas que traía en mi carpeta preparada para la ocasión. Me habían dicho que ha pertenecido a un grupo de reductores de cabeza.

Ese fue mi primer encuentro con el poeta Rafael Larrea. Después ya no fue como la primera vez, ya iban saliendo otros temas. Nombres como Konstantin Stanislavsky, Anton Chejov de a poco se fueron haciendo de uso cotidiano en las conversaciones, pero yo siempre tenía el temor de su fijación en mi cabeza, “eres medio cabezón”, me decía a veces con unas palmaditas en el hombro, al tiempo que se desesperaba porque que mis lecturas no vayan desordenadas. Yo intentaba aprenderme de memoria el Capital, del que luego paso a ser nuestro querido Carlitos, pero me frustraba porque ya antes había fracaso mi intento de aprenderme de memoria la enciclopedia Larousse. Creo que Rafael prefería que conozca a los maestros infaltables de aquella época en que el mundo se dividía en colores y que nosotros estabamos aparcados en una policromía que no sabíamos interpretar. Y que sean ellos, los camaradas quienes moldeen mis incipientes inquietudes por la literatura, por la vida. Porque el poeta nunca más volvió a ejercitar el péndulo de su cabeza de izquierda a derecha tras leer mis poesías. Había una sencilla razón; nunca más estuve dispuesto a que mis poemas fueron leídos por el que años después sería nuestro entrañable Rafael Larrea.



Tras el primer encuentro con Rafael, las oportunidades de cruzarnos se iban sucediendo, podríamos decir: orgánicamente, naturalmente, en espiral con lo que siempre dijo: el compromiso. Y temas no faltaban, desde la importancia de los creadores y de los artistas en los procesos revolucionarios, del papel de la cultura en la misma causa, de las experiencias rusas, de la organización, de la organización, y de la organización de la conciencia, de la creación, de la lucha, de la vida, del amor, de las canciones ecuatorianas, de la música protesta, de la América Latina antiimperialista, de los grandes creadores, de las banderas y los símbolos, de Jorge Carrera Andrade, de los Tzánzicos, de la Bufanda de Sol, de Noviembre 15 y sus composiciones, del Centro de Arte y la Unap, del inminente ascenso de las nuevas generaciones para la toma del poder. Realmente, ahora que recuerdo, de mi poesía nunca más volvimos a hablar con Rafael. Me había acostumbrado a su semblante incómodo cada vez que me anunciaban para leer alguno de mis poemas en cualquier recital de poesía o encuentro literario.

Las tareas nos absorbieron, pese a la diferencia de edad la ilusión por estructurar la nueva cultura en nuestro país nos hicieron viajar por varias ciudades de la Costa, de la Sierra, del Oriente. Ahí estaba siempre él, el primero caminando a prisa por los Guasmos en Guayaquil hasta dar con el lugar de reunión, subiendo con su bufanda medio suelta a San Juan en Quito, entonando una guitarra en Guaranda tras una fallida velada poética ‘de masas’, en fin. Esta es la faceta del Rafael Larrea con la que me quedo. La infatigable actividad por los sueños. Yo era su alumno, definitivamente, no digo que el mejor, pero no había semana en la que no me haya contagiado de esa especial armadura de los luchadores. De él y muchos otros de quienes guardo especial sentimiento. Largas deliberaciones, reuniones, acuerdos, planes nacionales, provinciales, todos los días la táctica y la estrategia.



Pero venían los aniversarios, año tras año y a pesar de la enorme ilusión por ser dueños de nuestro propio destino, creo que todos no estuvimos en la ruta de Rafael, personalmente sentía que la propia realidad era más compleja que la que alcanzábamos a ver y no alcanzábamos a comprender, tal vez nuestro poeta si lo sabía, pero yo sentía que no podíamos seguir de aquel modo, y ya lo dijo Esopo:
Una sola golondrina no hace primavera.

Más en el blog del autor:
re-versos.blogspot.com

vendredi 16 avril 2010

15 ANIVERSARIO

"El amor es la única red
que puede atrapar al pez
para salvarlo
de la muerte..."

RAFAEL LARREA INSUASTI
Quito 1943- Abril 1995


a su memoria en movimiento...

Más en

http://buhoandino.blogspot.com/2010/04/15-aniversario.html

lundi 12 avril 2010

SERIE: VANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA


Hugo Mayo un vidente de su tiempo


Por Paul Puma

Prólogo al libro de Freddy Ayala Plazarte
"La metálica luminosa" sobre el poeta vanguardista ecuatoriano
editado por K- Oz Editorial y Taller Cultural Retorno

Roland Barthes dice en El grado cero de la escritura que no hay escrito sin
ostentación acerca de lo que se impone como literatura en medio de ese lenguaje ritual
del acto solitario.


Uno de nuestros mayores poetas solitarios es Hugo Mayo, los rituales de su
lenguaje se imponen como Literatura.


Hace poco recibí un correo de un chico que había asistido a uno de mis recitales,
me enviaba un poema cargado de onomatopeyas que, a decir de él, era suyo pero, que a
mí me pareció, ya desde el inicio de su lectura, un fragmento de algunos de mis libros,
Los versos animales, por ejemplo. Algo me decía el joven sobre el dadaísmo y Hugo
Mayo, pero lo único que atiné a escribirle o aclararle era su inconsciente o deliberado
plagio, con un deseo por su crecimiento individual literario.


Borges solía plagiar casi científicamente a sus antiguos.

Pero más que plagiarlos sabía tomar sus postas. El plagio era su forma de re-escriturar su época con sus monumentales libros.

El poeta vanguardista Hugo Mayo por La Torre


El plagio de sí mismo que realizó en su vida Mayo como un performance
“distinto” al de los suicidas decapitados alienados por el simbolismo, por ejemplo, lo
define ya en la madurez como un re-lector de la Vanguardia con mayúsculas, de la
creación innovadora y perdurable de un tiempo sin espacio o un espacio sin tiempo o un
tiempo y espacio indeterminados rotando como entropía alrededor de su agujero negro,
punto aparte de las letras ecuatorianas.


Intuyo que a Hugo poco le importaba la vanguardia como un ismo, mientras
capturaba sus experimentales formas escriturales o sus dibujos lumínicos provistos de
espectacular poesía sobre su Motocicleta, en ese viaje que lo hizo y lo ha hecho conocido, hasta ahora, más en el exterior que en nuestro propio país.


No sé si Mayo coincida conmigo en releer la Vanguardia como la originalidad
desde la diferencia y el origen, como el eclecticismo desde la imperiosa creatividad y el
factor iconoclasta hacia la arbitrariedad del alumbramiento personal que supera lo
cotidiano nutriéndose de él y escupiéndolo al final con el mayor gozo posible.
Dadaísta es hablar de Mayo, en medio de la lluvia, bajo la carpa de un Shopping
Center en una ciudad alemana y con un poeta amigo argentino, entusiastas los dos por
haber leído alguna vez El zaguán de aluminio.


A Mayo lo conocen más en el exterior que en nuestro país, reescribo.


En su voz reposan nuestros inconmensurables poetas que configuran el
firmamento de nuestro orgulloso espectro literario-poético.
Mayo es más que un autómata, más que un poeta inconsciente dictado por el
azar autoinducido. Mayo es quizá el poeta que este país necesita, talvez porque todavía nadie se ha orinado sobre las mesas de nuestros pueblerinos círculos intelectualoides, el poeta que este país necesita para enrostrar su romanticismo obsoleto (véase los cientos
de libros de poesía que el país ha editado los últimos treinta años sin ninguna significación, como un sacrilegio a la naturaleza, muchos dignos de una pira fenomenal
extraña a la experimentación, al rigor y a la responsabilidad literaria,
la única, la de escribir bien).

Paul Puma

Mayo está fuera del kitsch, es antípoda del stablishment literario, es un hálito
esperanzador en una época de poetas que otorgaron el abono pero no la hierba.
Mayo es un tributo a la solitud poética-solitud, ¿puede usarse esa palabra?, la cifra de
la diferencia.

Mayo es más que el dadaísmo y el surrealismo así como Rimbaud es más que el
Romanticismo y el Simbolismo.


Ningún epitafio reposa sobre su tumba. Él, un simple burócrata dedicado al
oficio de la experimentación con el propio silencio, no quiso la vista al mar desde la
muerte como Vicente Huidobro o la introversión paroxísmica de César Vallejo
arrastrado por su mujer o la tentación de los amores imposibles de Víctor Hugo.



Freddy Ayala Plazarte


¿A Mayo le hubiese gustado conocer la poshumanidad, la anarquitectura, la
tecnoliberación, el hombre más allá de sí mismo, el comienzo de la era antropotécnica,
la post modernidad que aún no nos llega?
¿Se hubiera deleitado, también él, en el éxtasis de la simbiosis, en la post
mortandad de los ismos que todo lo fragua, que todo lo recicla, que todo lo consume?
Quizás no hubiese podido usar su Motocicleta en este tiempo cargado de contaminación
hasta las glándulas y lo que es peor, cargado de una censura visceral, no frontal sino
inconsciente, colectiva, solapada y silente.

Nuestro Mayo se atrevió a lanzar al fuego los poemas de Rimbaud salvados de la
chimenea por la hermana del vate francés.

En esta época difícil para el arte por la explosión televisiva o informática. En
esta época que pretende salvar, en teoría, nuestra modernidad como una diferencia ante
las experiencias de otros continentes, qué bien nos caería un baño de Nuevo Arte, de
Nueva Poesía.

Loa al factor incomprensible de lo innovador que se atreve a deducirse en belleza.
Loa a Mayo. Loa a las ínfulas por lo distinto.

Felicito a Freddy Ayala Plazarte, ese joven escritor que entrega su conciencia
excepcional y que lucha a contra corriente por develar nuestros valores literarios.

Le deseo los mejores horizontes.

Paúl Puma
agosto de 2009