vendredi 28 janvier 2011

IDENTIDAD ANDINA ECUATORIAL

ELOY ALFARO: 99 AÑOS DESPUÉS, SU CRIMEN SIGUE IMPUNE...



En las piras de la hoguera bárbara encendidas el 28 de enero de 1912 en El Ejido se consumó el crimen todavía impune de Eloy Alfaro

Por César Albornoz

Por consenso nacional Eloy Alfaro es el más grande ecuatoriano de todos los tiempos, reconocimiento que su pueblo lo consolida cada vez más, con fuerza inusitada, por ser el artífice y líder indiscutido de la revolución que transformó nuestra sociedad en las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX: para muchos, la única verdadera revolución acontecida en tierras ecuatorianas.

Sin embargo, esa gesta heroica fue precisamente también la causa de su inmolación, cobardemente ejecutada por el contubernio de las fuerzas retrógradas conservadoras y de sus aliados, esos liberales de paso corto que se acomodaron en el poder y no estaban dispuestos a ir más allá de las reformas que el Viejo Luchador pudo concretar en sus dos administraciones. Ya el radicalismo machetero, para su gusto, había ido demasiado lejos y ellos no iban a correr el riesgo de que se afecte a sus sagrados intereses, especialmente la propiedad de la tierra, único camino para la redención de centenares de miles de campesinos e indígenas, parias en su propia patria.

Por esos no ocultos temores, los grandes terratenientes y miembros de las nacientes Asociaciones Agrícolas de la Sierra y de la Costa, los banqueros que amasan fortunas con la especulación del dinero, la prensa conservadora y placista, el ejército y la policía corrompidos por el Judas de la revolución liberal, Leonidas Plaza Gutiérrez, principal responsable del holocausto, configuran como si se tratara de un proceso natural, esa santa alianza a la medida de sus conveniencias. Detrás de ellos, la sombra aviesa de un imperialismo en plena emergencia, cumpliendo el presagio del Libertador y anunciando con su silencio cómplice que ya no estaba dispuesto a soportar en su patio trasero gobiernos dignos, defensores de la soberanía nacional y propulsores de la integración bolivariana pospuesta largamente. Al contrario predispuesto al beneplácito y apoyo tácito o expreso a todos aquellos gobiernos que, aunque carezcan de la más elemental ética, se ajusten a sus expectativas expansionistas, es decir, a la abrumadora mayoría de los gobiernos antipatrióticos y sumisos que han dirigido los destinos de la patria desde entonces.



Con esos victimarios confabulados, el desenlace tenía que ser siniestro. No hay en nuestra historia crimen más bárbaro y más horripilante que aquel acontecido el fatídico 28 de enero de 1912. Sin exageración podría afirmarse que el vía crucis y la agonía de Jesús de Nazareth narrado por los cristianos y que se recuerda cada semana santa, empalidece frente al protagonizado en las faldas de los Andes ese domingo sangriento a medio día, que Alfredo Pareja Diezcanseco inmortalizaría con el apelativo de la hoguera bárbara.

Masacre de protervia sin parangón tenía que generar una obra que esclarezca los hechos,nombre a los culpables y descubra los oscuros hilos con los cuales se fueron entretejiendo los siniestros sucesos, con antecedentes desde el golpe de Estado que depuso de su mandato al General Eloy Alfaro el 11 de agosto de 1911.

Dispuesto a dejar un testimonio que perdure en la memoria de los ecuatorianos sobre crimen tan monstruoso, José Peralta acopia pacientemente los documentos necesarios, especialmente aquellos salidos de las manos de los culpables, para demostrar con una lógica contundente e irrefutable cómo los confabulados tenían por objetivo la desaparición física de quienes podían constituirse en verdadera traba para su afianzamiento en el poder e impedir que conviertan al Estado ecuatoriano en instrumento dócil a sus fines e intereses. Telegramas, cartas, comunicados, manifiestos, artículos periodísticos, defensas publicadas por los señalados como principales culpables y otros documentos son exhumados en fehaciente análisis para reconstruir los macabros sucesos y, al mismo tiempo, mostrar las facetas más oscuras del funcionamiento de la política en la especie humana. Así escribe su inmenso yo acuso titulado Eloy Alfaro y sus victimarios, cuyo primordial objeto “es dejar fuera de toda objeción, no solamente la exactitud de los hechos narrados, sino también la responsabilidad de los que intervinieron en su ejecución”.[1]



Por la memoria de su ilustre amigo y coideario, se había comprometido con la historia a escribir un alegato destinado a las generaciones venideras, para que en indelebles letras quede registrado el padrón de los criminales directos e indirectos, materiales e intelectuales, con toda su perversidad e infamias. Así logra una reconstrucción de los hechos con tal fuerza que hace que el lector sienta su misma indignación y visualice, literalmente, a todos los protagonistas en la ejecución del más execrable de los crímenes, dejando traslucir,simultáneamente, sus más bajas pasiones: el odio, la traición, la venganza, la perfidia y la deshonra.

Como en un guión elaborado para ser trasladado al cine se les ve a todos ellos, cual bestias sedientas de sangre, entretejiendo la intriga, violando las más elementales leyes de todos los códigos humanos, desconociendo las Capitulaciones de Durán, avaladas con las firmas de los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña como testigos de honor. Todo aquello puesto de manifiesto en el asesinato del 25 de enero en Guayaquil, el del general Pedro Montero y la infamante humillación de sus restos mortales convertidos en despojos, preludiando así, como en repaso anticipado, lo que sería el domingo rojo que hordas similares ejecutarían tres días después en la ciudad de Quito, con el ilegal traslado de los prisioneros. Militares felones y cobardes, políticos antropófagos y ruines, verdugos de espada y galones dorados, carniceros con la banda presidencial en el pecho,[2] en palabras de Peralta, los principales responsables de la inmolación de los siete mártires del radicalismo ecuatoriano.

Ahí están, en toda su mezquindad, el Encargado del Poder Carlos Freile Zaldumbide, su gabinete compuesto por los ministros de Defensa Juan Francisco Navarro y Federico Intriago, el de Gobierno Octavio Díaz, el canciller Carlos R. Tobar, el General en Jefe del Ejército Leonidas Plaza Gutiérrez, el coronel Sierra. Los oficiales, jefes y soldados del tristemente célebre batallón “Marañón”, los de la quinta brigada de artillería pidiendo al presidente “que los incalificables Eloy Alfaro, Pedro J. Montero, Flavio Alfaro, Ulpiano Páez, y demás y principales cómplices sean pasados por las armas”, la guardia del penal, el arzobispo González Suárez con su cómplice actitud, la prensa azuzando al crimen o justifícándolo con personajes como Gonzalo Córdova, Miguel Valverde, Juan Benigno Vela, instigadores de menor rango como el cura de La Merced Benjamín Bravo, etc., etc. No falta nadie: desde el sargento Segura que le dispara a bocajarro al Viejo Luchador en la celda de la serie E del segundo piso del Panóptico y el cochero Cevallos, hasta las meretrices, beodos y otros personajes de la chusma envilecida por las prédicas de los que odiaban al liberalismo regenerador de la patria y a su caudillo.

No es el pueblo de Quito el ejecutor del crimen, ni la “justicia popular” o la “justicia divina”, como cínicamente se expresaran entonces Leonidas Plaza, varios conservadores y representantes de la Iglesia: “En los crímenes históricos sostiene Peralta, la responsabilidad recae sobre los autores principales de la tragedia, por más que ellos no se hayan dejado ver en la escena; por más que ellos personalmente no hayan hundido el puñal en el pecho de la víctima: ninguno de estos crímenes ha sido ni puede reputarse como anónimo (…) La Historia ni perdona ni disimula: para ella son responsables, no sólo los que ejecutan el delito, sino también los que lo conciben y maquinan, los instigadores y los que facilitan la ejecución, los que aprueban y aplauden el hecho delictuoso; y los que pudiéndolo, no lo impiden o evitan”.[3]

Recordaría, cuando escribía esas líneas, la confidencia de Don Eloy de años atrás, acerca de las intenciones de Plaza de eliminarlo físicamente, a causa del resentimiento que había envenenado para siempre su alma, por haberle pedido públicamente en 1901 que renuncie a la candidatura de la presidencia de la república: “Cuando anunciaron en Quito que yo había sido asesinado, sucedió que había despedido a un sujeto sospechoso, que averiguado quien era, resultó pertenecer a una familia de asesinos oriundo de Daule: es mulato, cara redonda, de unos 30 años de edad. Le doy la filiación por si acaso se lo echan para allá. Que estamos corriendo peligro de ser asesinados, es indudable; pero nadie muere la víspera, me digo, y estar prevenido para castigar al malvado agresor.[4]

Hecho paladinamente confesado por Manuel J. Calle cuando al respecto escribe, en enero de 1915 en El Grito del Pueblo Ecuatoriano: “Antonio Gil, por confraternidad masónica, dejó escapar a don Eloy Alfaro de la ciudad de Guayaquil, para que se consumase la trastada de la revolución de Enero de 1906, que tantas desventuras había de traer a la Patria; cuando, desde los últimos meses de gobierno del General Plaza, tenía la orden confidencial, dada por dicho Plaza de fusilar o ahorcar al Viejo, si éste hacía finta de escaparse? Porque yo no sé qué, entonces a lo menos,el señor Plaza le tenía ganas al Anciano Luchador, hasta el punto de desear que le hiciese una revolución para salir de él. Después... no sé”.[5]



El plan iniciado por Leonidas Plaza en su primera administración, culminaba exitosamente en 1912. Quedan sus propias palabras como estigma, en una carta reproducida por Roberto Andrade en ¡Sangre! ¿Quién la derramó?; dirigida a Lizardo García: “Muy difícil, me parece;le dice que existan militares alfaristas en los cuarteles en la depuración que he hecho en cuatro años de una dedicación esmerada en el asunto”. El objetivo fundamental, está claro, era eliminar totalmente a los jefes militares alfaristas y quitarle al ejército cualquier residuo revolucionario. En vísperas de los horrendos hechos de enero de 1912, se reparten en Quito hojas sueltas con la nómina completa de todos los que debían ser pasados por las armas por la espalda, previa formal degradación.

Y después de los crímenes de enero, más crímenes. Por la desmedida ambición de controlar el poder, prosigue la carnicería: el general Julio Andrade, en marzo, luego el coronel Valles Franco. Más tarde, masacres contra los alfaristas sublevados en armas en varias regiones del país. Y como los desafectos al régimen podían estorbar los planes de la plutocracia y de los terratenientes coaligados,destierros, confinamientos, bajas del ejército, entre otras medidas precautelares. Si, según inspirada frase de Montalvo, García Moreno dividió al Ecuador en tres partes iguales: una dedicada a la muerte, otra al destierro y una tercera a la servidumbre, Plaza no se quedó muy lejos del tirano con nombre de arcángel, pues, su panegirista Manuel J. Calle dice que éste, en su segunda administración, hacía verdaderas razzias de hombres destinados al calabozo, al destierro o a la muerte.[6]

Ironías de la historia, sin embargo, cuando se instaura el juicio para sancionar los crímenes de enero de 1912, la Cámara del Senado del Congreso de 1919 concluye que no hay pruebas suficientes contra los acusados como culpables, por lo que deja la causa fiscal, llevada por Pío Jaramillo Alvarado, sin fallo. Al contrario, emite un indulto para el “pueblo” que participó en el arrastre del 28 de enero. Rodolfo Pérez Pimentel, en su Diccionario biográfico, lo dice así: “en el Jurado reunido el 6de Marzo de 1919, dentro del proceso penal seguido en Quito contra autores cómplices y encubridores del asesinato de Alfaro y sus tenientes, acusó públicamente a los miembros del gabinete de Carlos Freire Zaldumbide y a varias personas del bajo pueblo quiteño, sin revisar las actuaciones del elemento militar tanto o más culpable que el civil y como el juicio se volvió de carácter político, nunca se llegó a pronunciar sentencia y el crimen quedó en la impunidad”.[7]



Ante tanta incuria y cobardía por parte de los portavoces del tan alabado Estado de derecho,Peralta indignado dirá:“Indudablemente,sólo los dueños del poder, los dispensadores de sueldos cuantiosos del Erario, los que disponen a su antojo de la suerte de la nación: esos, únicamente esos han podido llevar por todas partes la corrupción en triunfo y comprar la conciencia de las mayorías en la Legislatura, los tribunales, la prensa; los que han podido pagar el prevaricato a peso de oro, remunerar dispendiosamente el perjurio y la bajeza, adquirir dominio sobre la voluntad aun de personas que, por sus antecedentes creíamos incapaces de confundirse con los más detestables malhechores. Vendidos y prevaricadores los jueces de instrucción, arrastrados y abyectos los Congresos, la fuerza de las leyes quedó paralizada; y se amontonaron sombras sobre sombras, encima de los cadáveres de Enero y Marzo, a fin de que ni el más tenue rayo de luz pudiera alumbrar aquel cuadro espantable y trágico”.[8]

Hasta el día de hoy no se le ha hecho justicia al General Eloy Alfaro y a sus compañeros. Ni sanción penal, ni sanción moral, por parte de los poderes del Estado: el mayor de los crímenes de nuestra historia republicana, con su silencio cómplice, continúa impune.

“Quizá tarde el castigo, pero llegará infaliblemente, y por lo demás terrible.Quizás esos hombres arrastren todavía largos días de impunidad y oprobio; pero al fin el peso de la mano justiciera caerá sobre ellos con el rigor que se merecen. (…)

Allí están las páginas de la Historia, el peor de los castigos para los grandes criminales: pasar, de generación en generación, odiados y maldecidos por todos los hombres de bien, causando horror y escalofríos a la humanidad, constituye un suplicio eterno, una tortura dantesca sin liberación posible, una pena que supera infinitamente al golpe de hacha que arranca la vida del cuerpo sobre el patíbulo. ¡Ay! de los que inscriben su nombre, con caracteres sangrientos, en ese como padrónde perdurable ignominia, contra el cual es impotente hasta la destructora acción de los siglos!” [9]

¿Se hará realidad el vaticinio de Peralta, antes que se cumpla un siglo del horrendo crimen? ¿El gobierno de la revolución ciudadana, que ha tomado como estandarte el nombre e ideario del Viejo Luchador, tendrá la iniciativa de conformar una Comisión de la Verdad (como lo hizo para otros crímenes políticos más recientes), en la que se disputen su participación los más prestigiosos y probos penalistas y le hagan justicia al gran revolucionario manabita? Todavía tiene el gobierno todo un año para enmendar su indecisión u olvido, para dar una verdadera lección moral a nuestro pueblo, para ─después de un justo proceso─ señalar al fin, en nombre del Estado ecuatoriano, a los criminales. Y así, tal vez, evitar que hechos de la barbarie de enero de 1912 se repitan en nuestra patria.

*César Albornoz: sociólogo y profesor universitario

[1] José Peralta, Eloy Alfaro y sus victimarios (Apuntes para la Historia Ecuatoriana), cuarta edición, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2008, p.
365.
[2] Ibíd., p. 272.
[3] Ibíd., pp. 396-397.
[4] Carta de Eloy Alfaro a José Peralta, Guayaquil, 10 de octubre de 1902, en
Cartas del General Eloy Alfaro, Consejo Provincial de Pichincha, Quito, 1995,
p 132.
[5] José Peralta, Eloy Alfaro y sus victimarios, op. cit. p. 85.
[6] Ibíd., p. 554.
[7] Rodolfo Pérez Pimentel, “Pío Jaramillo Alvarado”, Diccionario Biográfico del
Ecuador, t. II, p.111.
[8] Eloy Alfaro y sus victimarios, op. cit., pp. 539, 550.
[9] Ibíd., p. 436.



vendredi 21 janvier 2011

SERIE UNA GENERACIÓN ABDUCIDA 9



DE ANTIPOEMAS VERDES
Y OTROS HALLAZGOS VEGETALES

Comentario al libro Antipoemas verdes
de Hernán Hermosa Mantilla

Segunda parte


Por Diego Velasco Andrade


II
Veinte poemas de horror, sin canción desesperada


En estas nuevas “odas (super) elementales” de amor, nuestro tierno antipoeta, parodiando al peor de los poetas nerudianos de entrecasa, escribe más de veinte poemas y canciones desesperadas sin objetivo previo solamente por despertar tiernos suspiros de las quinceañeras que anhela embaucar con sus arpas y bandolines poéticos; bruscos cambios de tono y perspectiva, permiten distanciar al poeta de su objeto amado y de su pretendida materia poética sensiblera. Así, el amor como una hipérbole en volanta, se convierte en paradoja sencilla y cotidiana, se deshace en pasión y quizás también en represión del orden impuesto por los amantes del horror y del fulgor romántico:

“Solo por verte,
arrendé una habitación
en el Centro Histórico de Quito,
y cuando estaba agujereando la pared,
me agarraron los municipales
por atentar al ornato”

(El tatuaje de pescadito)


“Yo no sé
si hice bien
en subirme a este tren.
Pero aquí estoy
con el boleto en la mano,
esperando
que el rato menos pensado
pueda escribir Una Canción Desesperada
y ganarme el “Neruda” de oropel.
A lo mejor,
cuando me acerque a Isla Negra,
resulte
que una varita mágica
me ha convertido en sapo”
(El convertible)


A veces el amor se muestra en su esencia tan cotidiano como subir a un bus o ir al baño; mas, parafraseando al poeta cuyo nombre no recordamos: no será el amor quien muera seremos nosotros, sus poemas amatorios demuestran que los antipoetas de oficio y los amantes del futuro lo seguirán cantando y resignificando al amor, a través de miles, cromáticas y sentenciosas maneras:

“Supe que me dejaste
cuando tus zapatos ya no estaban
bajo mi cama”

(El aniversario de los dos)

“Para que nuestro amor perdure
sería capaz
de dormir en el macetero”

(Las orquídeas dálmatas)

A esto se suma su tono epistolar, pero a diferencia de las pasionales cartas de Neruda a sus amadas, estas parecen más bien asuntos técnicos de movilidad urbana:

“Ayer te escribí
una carta de amor, pero
se me quedó en el asiento del bus
por bajarme al vuelo
dos cuadras más arriba de la parada.
¿Cómo reconstruir esos tiernos garabatos
que se llevó el colectivo?
Afortunadamente
llegué a mi casa y el baño estaba desocupado.
Me encerré con llave
y te escribí
esta confesión ridícula.
(Una carta de amor)



Así, el amor contemporáneo no espera más el arribo de una flecha de Cupido, se saben mediatizados por la tecnología y los nuevos medios de comunicación y de transporte:

“El día de tu cumpleaños
me perdí en los Llanganates,
añorando un celular a la luz de la luna.
Por fortuna
apareció “el patrón de los imposibles”,
cabalgando un corcel para llevarme al carretero”…

(El cumpleaños más frío del mundo)

“Recuerda
que cuando despiertes
yo habré partido.
No intentes llamarme al celular
porque lo tendré apagado”

(Cuando despiertes)

Incluso, hay versos neo epistolares para poner fin a una relación que se ven obstaculizados por la tecnología, por las huelgas y los cortes de carretera:

“Hoy quise mandarte al carajo
pero no encontré tu e-mail en mi compu”

(Con los churos hechos)

…“De acuerdo al libreto,
yo debía voltear la página
y mandarte violetas por Servientrega.
Pero ya ves,
sigo atrapado en el purgatorio
buscando un haz por donde escaparme”.

(Para leer en voz baja)

Y otra cosa, a contracorriente de tiernos ramos de tóxicas flores de exportación a su amada, el antipoeta demuestra su amor ecológico a través del recado medicinal de Manzanillas frescas:

“Te envío
este ramo de manzanillas frescas.
Tómalo como quieras,
como una prueba de amor,
como infusión para el cólico de gases,
o simplemente,
como flores silvestres
para la mesa del comedor”…

Algunos poemas amorosos de Hernán Hermosa en su contenido esencial, demuestran la influencia y asumen el tono epigramático de graffitis urbanos; se ofrecen al lector como artefactos de pared listos para ser usados por aquellos locos e insomnes escritores de poesía caminante:

“A veces me da miedo
que un ataque de nervios
me estrelle contra el planeta,
y los versos que te escribo
se queden sin padrino”.

(A veces me da miedo)


“Porque tú me pediste,
he borrado todas las evidencias
que me ligaban a ti.
Todas,
absolutamente todas.
A propósito, ¿cómo te llamabas?”
(Sin evidencias)

El antipoeta urbano y por desgracia enamorado, asume el espacio público como el escenario de sus idilios y no el escenario privado e intimista del poeta romántico o del modernista; así, la voz poética se encarna en cualquier joven de la esquina para quien las citas de amor son a pleno sol canicular y en medio del smog urbananícola y cualquier cruce de versos supone en sus poemas un cruce de cables o de calles:

“Te esperaré
al pie del monumento
al “soldado desconocido”.
Me encontrarás erguido,
y te sentirás orgullosa
por mi temple de anónimo patriota”

(Al pie del monumento)


“No puedo controlar la manía
de verte caminar a las tres de la tarde
en el Centro Comercial.
Seguramente ya te habrás dado cuenta
de mi persecución furtiva,
y supongo
que hasta disfrutarás con ella.
Pero soy tan tímido
que cuando te ubico en la sección revistas,
me pongo las gafas de ciego
y hago lo imposible
por verte la espalda desnuda”

(Rabo de cometa)

Los poemas se convierten entonces en publicidades que podrían servir de manera pragmática a las gentes padeciendo el amor a enviarse en postales o tarjetas de felicitación, en suma de verdadero “artefactos amatorios”, que podrían servir a cualquier usuario similar al patafísico antipoeta, aquejado por un mismo mal de amores:

“Te fui fiel
mucho antes que aparecieras en mi vida,

“cuidé tus espaldas
sin saber siquiera cuanto calzabas”.

(La versión criolla del Príncipe Azul)

“Siempre fui
un soltero empedernido,
hasta que te conocí”

(Coincidencia o casualidad)

“Me gustó el detalle
que dejaste
en la puerta de mi casa.
No importa que sea
una caja de zapatos vacía,
porque aprecio el pretexto
para reconciliarte conmigo.
Y si después de todo,
sigues creyendo
que no es amor lo que sientes;
permíteme al menos,
adoptar esta caja
para guardar mis recuerdos”
(La caja de zapatos vacía)




III
Antipoemas vegetarianos y/o
“Flores frescas para una elefanta triste”


“Soy tan desadaptado
que escondí como veinte años
mi armadura de escritor,
cuidando que mis garabatos
no se los llevara el viento”

A través de todo el libro, al antipoeta vegetal no por vejete sino por vegetariano frustrado, -como él mismo confiesa-, la veta ecológica le sale natural como un chorro de agua fresca:

"Pero ahora,
siento un instinto animal
por escribir lo que me dé la gana,
como este momento de la noche
que solo se me ocurre
escribir antipoemas verdes”.

(Antipoemas verdes)

Intuimos que este asunto ecológico y posmoderno que no podía faltar en su sumatoria de versos, fluye desde su pasado infantil en los verduzcos prados de su natal Tabacundo y sabiéndose insuflado de lo mejor de su interno tierno y animalesco, el escriba en cuestión se muestra un gran conocedor de cuanto animal, animalito o animalejo cruce, vuele o salte por su conciencia poético ambiental:

“El escarabajo estercolero
deslizó suavemente su cuerpo metálico
por encima del estiércol
que logró compactar en el potrero,
y empezó a rodarlo
con sus patas de serrucho”
(El escarabajo estercolero)

Y, sabiéndose seguidor lejano de su pariente poeta: el gran Carrera Andrade, construye como aquél en sus legendarios microgramas UN UNIVERSO, esta vez a través de una poética narrativa cargada de sensibilidad y atención a todo aquello que le rodea, en especial a los animalitos domésticos:

“Mientras el señor de los perros
duerme su siesta en el sillón de la sala,
su mascota preferida
aguarda como pantera
desde su puesto de vigilancia
en el antebrazo del amo”.

(Guardián de 4 patas)



Pero el antipoeta también convoca a toda la fauna exótica que desee desfilar en su carro alegórico de versos; entonces no hay animal que falte en su zoológico de palabras: El avestruz confundido que se creía jirafa…, Un perrito faldero, La elefanta triste, el gato en que hubiese querido reencarnarse en su próxima vida y hasta las mismísimas“lombrices de agua puerca /que se estiran y se encogen/ sin que nadie las acose” , sin dejar de hablar del gato bíblico, que observó atónito los entretelones de La Última Cena.

“Yo salí de mi escondite, en quema,
y antes que apareciera el poeta de levita
a leer sus versos de bostezo,
ofrecí flores frescas en el corral
a una elefanta triste”

(Flores frescas para una elefanta triste)

“Me iré a Sangolquí
y compraré una gata de segunda mano
que me ronronee
cada vez que yo acaricie su lomo”

(Si ya no quieres quererme)

La manera de integrar toda esta noble fauna poética en sus versos es a través de convertirse en un nuevo Esopo andino ecuatorial, fabulador de micro cuentos alegóricos, que sin interés didáctico aparente, enseñan sin embargo, a quien sepa mirar más allá de sus narices, que las historias de “un poeta a secas” habitan en lo cotidiano; en lo mágico y vital, en la inagotable riqueza de la existencia del presente, en la “maestra vida” que a la mayoría de los mortales, no al antipoeta, se le escapa día a día como mariposas invisibles de las manos:

“Nadie supo cómo vino
el polluelo de avestruz a la granja de alado,
pero llegó a sentirse como parte de la familia.

… su confusión era tal,
que por momentos también se creía jirafa,
comiéndose los geranios de las ventanas.

(El avestruz confundido)


…Cierto día,
un perro desconocido entró a mi casa
buscando comida”…

(El perro faldero)



Sin embargo, las salidas del poema vinculado a las especies de su Arca Poética, por tratar temas sensibles pero reales, algunos sangrientos, se proponen abiertas, polisémicas, participativas, evitando para un lector sensible una explicación triste o definitiva de la historia narrada, de ahí desprendemos el delicado trabajo de orfebre o de cirujano ecológico o de mago con bisturí, que bien quisiera la Sociedad Protectora de animales o el mismísimo Comité de Damas Antitaurinas de estas gloriosas tierras equinocciales:

“El pelicano del ala rota
camina por el asfalto del ardiente malecón,
ensayando graznidos de defensa
cada vez que los turistas bebes
acechan con piedrecillas.
Hoy ha sido su día de mala suerte,
no solo por el garrotazo del pescador
que lo dejó sin ala,
sino que
hasta los perros tiernos
interfieren su huída,
con ladridos de fastidio”

(El pelícano del ala rota)



Diego Velasco Andrade
Kitu, tierra de la mitad, agosto 2010

mardi 18 janvier 2011

VANGUARDIA ANDINA



18 de Enero de 1911
18 de Enero de 2011

100 AÑOS CUMPLE HOY EL GRAN JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
Y EL MITO DEL INKARRI SIGUE RECONSTRUYENDO
LA UNIDAD DE CORAZÓN, PULSO Y CEREBRO
EN ESTE TIEMPO DE RETORNO FRUGAL...


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samedi 15 janvier 2011

SERIE UNA GENERACIÓN ABDUCIDA 8



“HAY INVENCIONES QUE TIENDEN TRAMPAS”

Recordando al poeta Jorge Javier Dávila
(Quito junio 1975-noviembre2002)


Por Diego Velasco Andrade


I. INICIO

”Olvidamos que la palabra escrita
está cargada de sugestivas formas,
no las vemos
inmediatamente pensamos en lo que significan
y pasamos por alto sus puntos, curvas, alargamientos
el negro sendero que aparece sobre el papel
se desecha sin mas” …


Con este anónimo epígrafe inicia su “libro de poemas” Jorge Javier Dávila, tal como lo dejó listo en su versión inicial que, -por azar o gracia de su compañera Karina-, de sus amigos o de los espíritus desencarnados que ayudan a recordar a locos y artistas, llegó a nuestras manos.

Y más que como a un libro de poemas, es como a una obra cifrada de signos e imágenes en movimiento como deberíamos leerlo: “de atrás para adelante”, empezando de nuevo a sentir lo que es realmente LEER como Jorge Javier Dávila quisiera; quizás a leer como empezando de nuevo a gatear, o a decir dá dá dá, tal cual perseguían los enfants dadaistes…

Digo, empezando otra vez a comprender lo que es escuchar, lo que es mirar, lo que es imaginar lo real de otro modo; desde múltiples perspectivas, reconociendo las diversas aristas de la creación poética, tal como si miramos a través de una lente caleidoscópica…



II. CONFLICTO


…”soy un juez
porque me perdí
en mí,
de mí

….porque me repugno

enceguezco
ante el mercante
trueco
vuelvo a ser
yo en mí
por cuanto
lo que llevamos a cuestas
lancémoslo al aire”…


Quizás, “los académicos de la real epidemia de la luenga”, no atinen a comprender aquello que en realidad quiso decirnos el autor en su DROGÓDROMO, pues este libro lo debemos explorar sabiéndolo que está minado de interrogantes, curvas, erizos, manchas, alargamientos, negrillas, colores, de vías fugaces que él mismo quiso que no condujeran a ninguna parte…; que fueran el sendero que cada quien quisiera recorrer, guiados por la brújula de un lector explorador…

Y esto porque primero habría que entender a Jorge Javier Dávila como a un hombre intenso, en duda permanente, en incertidumbres constantes; y valorarlo más que como a un poeta post-morten, como a un “hombre humano”, habitante “del siglo de defunción de la rosa” como nos dijera en un verso ya legendario, el gran poeta Jorge Carrera Andrade...

Sentirlo como a un espíritu libre que quiso estar siempre presente entre nosotros, jugándonos sus bromas leves, sutiles, evanescentes. Y, finalmente, como a un artista, como a un artista patafísico por supuesto, como un miembro de honor de la Real Logia Patafísica Equinoccial, que por fortuna nunca tuvo directorio y no existió en ninguna parte, pero cuya intranscendente misión, él supo captar perfectamente: no separando vida de poesía, poesía de pintura, pintura de palabra, palabra de azar, azar de arte, arte de risa, y luego de un largo y jocoso…

JA, JA, JA, que le permitiera reírse del mundo y de sí mismo como él siempre quiso:

“río, ¿Porqué extiendo
el segundo a la hora
y el sentido a la obra?

río porque extiendo
el segundo a la hora
y el sentido a la obra”.


A lo que nosotros siguiendo su juego diríamos:

ríes, porque extiendes
el segundo a la hora
y el sin sentido a la obra

ríes, porque extendiste
el sexto sentido a “la obra”
y el segundo a la hora..

Y
Caes Jorge Javier

Sí.

Caes,
Caes porque caíste como el antipoeta y mago Vicente Huidobro, en el vacío de ti mismo, como un Altazor herido, como un paracaidista tierno y solo en la altanoche del fin de milenio ecuatorial, en el cuándo y dónde te tocó vivir…

¿ te tocó vivir ?...

“Obedécete, transportes estables conducen vidas adecuadas en tus manos, potencia la rectitud observada, nuestras metas nos unen, desead ante todo; verticalidad, disfruta establemente al conducir tu existencia, objetivamente inflúyete, entiende y descansa, entiende y descansa.

objetivamente inflúyete, entiende y descansa, entiende y descansa”...


…. entiende y descansa, entiende y descansa, entiende y descansa, descansa...




Sí, descansa, lejos de ese largo eco que te persiguió siempre, que ascendía por tus venas como una llamarada, como un negro fulgor en tu sangre; el eco de la muerte con su premonitoria y perentoria orden siempre llamándote, siempre alertándonos que en algún momento “te ibas a ir”…

Sí, porque negar el orden del poder o el poder del orden, de la santa familia o de la familia santa, o del honesto Estado y de la soledad privada; privada ya hace mucho tiempo de sus ordenes y cómo no, también privar de su ORDEN quizás a aquellos vates solemnes que angustiosamente persiguen el CANON y a los neo canónicos incautos que lo ejercen creyéndolo tal; aquello fue quizás –y sin jamás proponértelo-, la clave o llave de tu puerta y/o de tu obra y seguro que continuará siéndolo, en ésta y en cualquier dimensión de la lejana galaxia donde hoy te encuentres.



Porque tu ARTE constituyó la búsqueda ordenada del desastre, del caos del nada buscar…; esa misma búsqueda a la que Aristóteles se refería cuando citabas en tu tesis de “licenciado en artes”: “no admiro a quien sentencia sino a quien duda”; mas, aquel quien degusta el agrio beneficio de la duda y el desorden, regularmente sufre de la enfermedad del adverbio solo: SOLO de solamente y SOLO también del instrumento llamado SOLEDAD…

(Pablo Palacio alguna vez lo hizo y fue condenado a permanecer cuarenta años recluido en una campana de cristal, a salvo de sus musas, acreedores, críticos y de su actual y nutrido club de fans…)

Tarea difícil entonces, la de comprender la misión que nunca se propuso emprender Jorge Javier Dávila como poeta patafísico, como ser humano y como artista; mucho más si habitó en el gris territorio de quienes nunca supieron apreciar entre líneas su verdadera existencia; aquellos que olvidaron reconstruir los signos que él quiso mostrarnos; aquellos carvajalinos y amarillos poetas de comarca, que tuvieron vergüenza de revisar y editar, y quizás de publicar estos tus ácratas poemas y rezar tus dá dá dá cotidianos, como oraciones de fuego o quizás como mantras de intemporal purificación…

Pues el sin objeto de este objeto para poético, de este yó yó balbuceante, de este juguete de-constructor del lenguaje, de este DROGODROMO que quisiste legarnos Jorge Javier Dávila, bien podríamos conceptualizarlo acudiendo a tus propias palabras:

… “construir una

escultura
extrema en lo dadá”…
Por suerte, él mismo anticipó en su libro, lo que “los críticos de la Real Epidemia de la Luenga”…, le contestarían:

(O.P)-interesante y ambiciosa su propuesta...
(A.S)-barroca, hermética, no se agota en el purismo
(C.S)-supongo que los vidrios desmontables...están a la venta?
(A.U)-su drama del menoscabo me parece ciertamente exagerado
(R.D)-sutil transformación del desamparo existencial en arte
(O.O)-su entrevisión onírica de un paisaje urbano marginal
es increíblemente real…





III. DESENLACE


“ Monde du metal violent ”
Mundo de metal violento
Metal de violentos mundos fue el tuyo, Jorge:

El mismísimo mundo nuestro que no atinamos a traducir en imágenes, ni en sonidos, ni en onomatopeyas, cacofonías, cacareos, carajasos, caos, colores y sabores, en aquellas imágenes fulgurantes y tristes que solo tú nos supiste pintar…


Octubre 1995: recuerdo a Jorge Javier danzando y arrancando ayes a su guitar fender, en una maratón de poesía que aspiraba a romper el record GUINNES para poetas rompemarcas de lectura poética demoliendo los papelitos de aquellos poetitas citadinos de los que abundan en la localidad; y, fue aquella la primera vez que Jorge irrumpió en las sagradas aulas del Ateneo Quiteño, con un conjunto de sonidos electrónicos “sin ton ni son” aparente; porque para algunos su estética fue siempre ruidosa, una suerte de de-construcción permanente de la realidad, (o de aquello que creemos que es L-A - R E A L- I D A- D (a), realidad silenciosamente ruidosa y leve, levemente ruidosa como fue su existencia; levemente sonora pero profunda.

Y, en el caos del mago de oz
En el SOS del sos
de tu voz

y de vos
Jorge Javier Dávila yacen resonando tus palabras:

“diviso en el sosiego
sobre hierro bruñido
la “Fábrica de globos”
tengo ahí una muñeca de neón…
(yo que)

…prometí no llevarme la cometa de nadie”.


“ inquiero réplicas
más que un ciclo
la nada
perceptible
de forma
que aún no he caído

ni existo ahí
veo pasar
grito

camino muerto
me veo en cada todos
quiénes
cuántos

no necesito arrodillarme
si nos estamos arrastrando

soy un juez
porque me perdí
en mí,
de mí

…porque me repugno

enceguezco
ante el mercante
trueco
vuelvo a ser
yo en mi
por cuanto

lo que llevamos a cuestas
lancémoslo al aire

(y solo entonces)

…”que cada quien despeje su neblina”.




Todas las ilustraciones: Autoretratos Jorge Javier Dávila

*Textos: Diego Velasco Andrade
Noviembre, 2003/enero 2011