lundi 12 avril 2010

SERIE: VANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA


Hugo Mayo un vidente de su tiempo


Por Paul Puma

Prólogo al libro de Freddy Ayala Plazarte
"La metálica luminosa" sobre el poeta vanguardista ecuatoriano
editado por K- Oz Editorial y Taller Cultural Retorno

Roland Barthes dice en El grado cero de la escritura que no hay escrito sin
ostentación acerca de lo que se impone como literatura en medio de ese lenguaje ritual
del acto solitario.


Uno de nuestros mayores poetas solitarios es Hugo Mayo, los rituales de su
lenguaje se imponen como Literatura.


Hace poco recibí un correo de un chico que había asistido a uno de mis recitales,
me enviaba un poema cargado de onomatopeyas que, a decir de él, era suyo pero, que a
mí me pareció, ya desde el inicio de su lectura, un fragmento de algunos de mis libros,
Los versos animales, por ejemplo. Algo me decía el joven sobre el dadaísmo y Hugo
Mayo, pero lo único que atiné a escribirle o aclararle era su inconsciente o deliberado
plagio, con un deseo por su crecimiento individual literario.


Borges solía plagiar casi científicamente a sus antiguos.

Pero más que plagiarlos sabía tomar sus postas. El plagio era su forma de re-escriturar su época con sus monumentales libros.

El poeta vanguardista Hugo Mayo por La Torre


El plagio de sí mismo que realizó en su vida Mayo como un performance
“distinto” al de los suicidas decapitados alienados por el simbolismo, por ejemplo, lo
define ya en la madurez como un re-lector de la Vanguardia con mayúsculas, de la
creación innovadora y perdurable de un tiempo sin espacio o un espacio sin tiempo o un
tiempo y espacio indeterminados rotando como entropía alrededor de su agujero negro,
punto aparte de las letras ecuatorianas.


Intuyo que a Hugo poco le importaba la vanguardia como un ismo, mientras
capturaba sus experimentales formas escriturales o sus dibujos lumínicos provistos de
espectacular poesía sobre su Motocicleta, en ese viaje que lo hizo y lo ha hecho conocido, hasta ahora, más en el exterior que en nuestro propio país.


No sé si Mayo coincida conmigo en releer la Vanguardia como la originalidad
desde la diferencia y el origen, como el eclecticismo desde la imperiosa creatividad y el
factor iconoclasta hacia la arbitrariedad del alumbramiento personal que supera lo
cotidiano nutriéndose de él y escupiéndolo al final con el mayor gozo posible.
Dadaísta es hablar de Mayo, en medio de la lluvia, bajo la carpa de un Shopping
Center en una ciudad alemana y con un poeta amigo argentino, entusiastas los dos por
haber leído alguna vez El zaguán de aluminio.


A Mayo lo conocen más en el exterior que en nuestro país, reescribo.


En su voz reposan nuestros inconmensurables poetas que configuran el
firmamento de nuestro orgulloso espectro literario-poético.
Mayo es más que un autómata, más que un poeta inconsciente dictado por el
azar autoinducido. Mayo es quizá el poeta que este país necesita, talvez porque todavía nadie se ha orinado sobre las mesas de nuestros pueblerinos círculos intelectualoides, el poeta que este país necesita para enrostrar su romanticismo obsoleto (véase los cientos
de libros de poesía que el país ha editado los últimos treinta años sin ninguna significación, como un sacrilegio a la naturaleza, muchos dignos de una pira fenomenal
extraña a la experimentación, al rigor y a la responsabilidad literaria,
la única, la de escribir bien).

Paul Puma

Mayo está fuera del kitsch, es antípoda del stablishment literario, es un hálito
esperanzador en una época de poetas que otorgaron el abono pero no la hierba.
Mayo es un tributo a la solitud poética-solitud, ¿puede usarse esa palabra?, la cifra de
la diferencia.

Mayo es más que el dadaísmo y el surrealismo así como Rimbaud es más que el
Romanticismo y el Simbolismo.


Ningún epitafio reposa sobre su tumba. Él, un simple burócrata dedicado al
oficio de la experimentación con el propio silencio, no quiso la vista al mar desde la
muerte como Vicente Huidobro o la introversión paroxísmica de César Vallejo
arrastrado por su mujer o la tentación de los amores imposibles de Víctor Hugo.



Freddy Ayala Plazarte


¿A Mayo le hubiese gustado conocer la poshumanidad, la anarquitectura, la
tecnoliberación, el hombre más allá de sí mismo, el comienzo de la era antropotécnica,
la post modernidad que aún no nos llega?
¿Se hubiera deleitado, también él, en el éxtasis de la simbiosis, en la post
mortandad de los ismos que todo lo fragua, que todo lo recicla, que todo lo consume?
Quizás no hubiese podido usar su Motocicleta en este tiempo cargado de contaminación
hasta las glándulas y lo que es peor, cargado de una censura visceral, no frontal sino
inconsciente, colectiva, solapada y silente.

Nuestro Mayo se atrevió a lanzar al fuego los poemas de Rimbaud salvados de la
chimenea por la hermana del vate francés.

En esta época difícil para el arte por la explosión televisiva o informática. En
esta época que pretende salvar, en teoría, nuestra modernidad como una diferencia ante
las experiencias de otros continentes, qué bien nos caería un baño de Nuevo Arte, de
Nueva Poesía.

Loa al factor incomprensible de lo innovador que se atreve a deducirse en belleza.
Loa a Mayo. Loa a las ínfulas por lo distinto.

Felicito a Freddy Ayala Plazarte, ese joven escritor que entrega su conciencia
excepcional y que lucha a contra corriente por develar nuestros valores literarios.

Le deseo los mejores horizontes.

Paúl Puma
agosto de 2009

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