mercredi 14 novembre 2007

ALGUNAS PALABRAS ACERCA DE LOS TALLERES LITERARIOS




Por Alfredo Pérez Bermúdez (*)

Tras la revolución cubana (1959) y sus implicaciones culturales, se encarna en A. Latina la aspiración de la gestión mancomunada en el ámbito de las letras. En 1962 la Universidad de Cartagena-Colombia oficializa el primer taller literario. Más tarde -años 70- es parte del pénsum de estudios de algunas universidades latinoamericanas: México, Cuba, Colombia, Nicaragua. La noción de taller literario, es una actividad reducida, orientada por un profesional, cuyos propósitos fueron estimular la creatividad y adquirir técnicas poéticas, narrativas y críticas.

El Frente Cultural en Ecuador, planteó, a través de su Manifiesto, en 1978 (1), la creación de talleres de investigación y producción de prácticas culturales insurgentes. A finales de los años setenta los grupos culturales Tientos y Diferencias (luego de orientaciones, lineamientos y sugerencias realizadas por Miguel Donoso Pareja) y La Pedrada Zurda visualizaron la confrontación textual sin mayores retos que el ideológico.

En los 80 se afianza la necesidad del taller. De hecho –decía Díaz Góngora- había caído en desuso el criterio que localizaba al escritor como el misántropo distante; el ser huraño, antítesis del hombre participante que la sociedad requiere. En el grupo se contribuye a la formación técnica del que se inicia en el duro ejercicio de las letras, sin garantizar su aspiración, permitiéndole únicamente profundizar en sus propias posibilidades (2).

En 1982 se crea el taller de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, bajo la égida de Miguel Donoso Pareja, quien imprime una metodología, delineada en su tesis Naturaleza y Función de los Talleres de Literarios (3), donde se reconoce al trabajo literario como una forma de conocimiento totalmente objetivo, para cuyo efecto se definen ciclos de análisis entre personas más o menos coherentes de principiantes en el oficio. El taller, según esta tesis, dura no más de tres años, tiempo en el que se cree queda culminada la principal etapa de formación.

En 1985 se disuelve el grupo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y empieza una proliferación de talleres que no tienen las características del taller madre, aunque aplican sus principios metodológicos en forma general. Nacen de esta manera La Mosca Zumba, Matapiojo, Lapequeñalulupa, Balapalabra, Contextos, Pablo Palacio, entre los más importantes, la mayoría con coordinaciones colectivas, al contrario de lo experimentado en el taller de la CCE, cuya dirección se consideraba vertical. Estos revelan al escritor como un ser profundamente humano y al taller como una instancia donde la crítica, la autocrítica y el enjuiciamiento estético se erigen como sus centros neurálgicos.

Las preocupaciones de los nuevos talleristas no fueron legimitar en la teoría o en el discurso su actividad, sino en la obra, el asunto era cómo entrar en la creación literaria desde el punto de vista metodológico, sistémico, consciente; o cómo viabilizar el trabajo creativo en términos del descubrimiento de las herramientas de trabajo; o bien eliminar al escritor privilegiado y desprendido de toda suerte de realidad y ubicarlo como todo hombre que opta por un oficio y que debe aprender a manejar lo que hace posible ese oficio: la palabra, aunque no pocos críticas tuvo este quehacer llegándose al extremo de creer que los talleristas, como dijo Iván Eguez, “primero escriben y después piensan”

Así, la apología de la estricta individualidad quedó parcialmente arrinconada. La sentencia fue: el escritor no nace, se hace.





FUNCIÓN Y NATURALEZA DE LOS TALLERES 30 AÑOS DESPUÉS

En “Función y Naturaleza de los Talleres Literarios”, Miguel Donoso Pareja proporciona ciertas reglas operativas del taller. Señala los aspectos más importantes del ejercicio interno que desarrolla el grupo de aprendices de escritores, jóvenes previamente seleccionados que se unen con el propósito de estudiar y cuestionar los textos que producen.

Establece la necesidad de un Coordinador-escritor, que no impone sus métodos y estilos creativos. Se trata de un proceso de confrontación del texto en cuyo proceso, el aspecto ideológico del texto -no del autor- es de exclusiva responsabilidad del escritor, por lo tanto no se cualifica al texto por las concepciones morales o políticas que contenga, lo que Donoso llama el “momento recuperativo” de la crítica.

El ejercicio crítico del taller, se limita a un “momento descriptivo”, en el que se trata de someter al texto como si fuera ajeno. La crítica observa un distanciamiento total entre la “voz poética” que genera el texto y el autor. Se busca ser absolutamente objetivos y de no tener miramientos ni consideraciones para la persona, aquí no existe la intención del escritor sino lo que está escrito y es a lo que está escrito, a lo que se disecciona. De esta manera el autor tiene la posibilidad de dimensionar su trabajo poético o narrativo y constatar hasta qué punto ha logrado una satisfactoria comunicación estética con sus lectores.

El taller no enseña a escribir, moviliza la conciencia a partir de tres niveles complejos de trabajo con el texto: 1.-El que contrapone los grandes bloques sémicos -significaciones- o de sentido, que van a producir la tensión narrativa o poética; 2.- Implica la organización discursiva para producir un intercambio de sentidos, esto incluye la sintaxis de los personajes, las relaciones cuantitativas y cualitativas con la historia contada, el trabajo en las lenguas. 3.-El nivel “diegético” o de lo que se cuenta, al que van a integrarse los otros dos niveles para robustecer y hacer que, además de contar, diga.

Habría que reiterar que todo lo que ocurra en un texto debe tener un orden ascendente o descendente, un enlace y un desenlace, o en todo caso una combinación de tramas o cuadros como en el cine, logrando sincronía en la diacronía.





Hay algunos aspectos en el funcionamiento del taller que si bien no son prioritarios, se los ha tomado en cuenta para su conformación, se trata de pura formalidad, como por ejemplo, el que se determine la edad del aspirante, cuando en verdad la juventud de la literatura no está dada por la edad del autor. La práctica ha demostrado que no hay una regla para determinar límites en este sentido, tanto es así que los grupos independientes del taller de la CCE, no observaron este aspecto, lo que enriqueció la experiencia individual y colectiva.

LA POSIBLIDAD DE SOÑAR POR ESCRITO

En la Posibilidad de Soñar por escrito (K-oz Editorial 2003) tuve la oportunidad de dejar constancia de ese proceso de quienes aspirábamos a aportar con la identidad literaria del Ecuador. El libro es un homenaje a mi amigo el escritor Gustavo Garzón Guzmán, quien fuera encarcelado y luego desaparecido en 1990, durante el gobierno de Rodrigo Borja Cevallos, así como a todos aquellos que por distintos motivos fueron torturados y asesinados en calles y cárceles en la década de los años ochenta, principalmente durante el gobierno social cristiano de León Febres Cordero.

Si bien el centro de dicha publicación constituye los grupos o talleres literarios de la década de los ochenta en Quito, los veintiún capítulos pueden dividirse en cuatro partes: 1.- Visión de Latinoamérica literaria en los años sesenta y setenta; 2.- Los Tzántzicos y el grupo Caminos; 3.- El Frente Cultural, Tientos y Diferencias, La Pedrada Zurda y el taller de la Puce, estos cuatro representativos y sin embargo sin esquema y/o metodología de trabajo; y 4.- Los Talleres Literarios de la década de los ochenta en Quito, con una disciplina, metodología, sistema de trabajo estrictamente dirigido a la escritura. Pero creí que el todo no es igual a la suma de las partes; así, el lector hallará en este libro creación y ensayo, datos históricos y anécdotas; poesía y narrativa, criterios del autor y otros; una alteridad que pretende hacer ameno este cuento o novelina con personajes de la vida real y concreta.




También inserté poemas personales escritos al calor de los debates en torno a textos -no solo propios- motivos de taller, pretendiendo hacer notar cuan motivadora fue o es una actividad de este tipo; así como textos de reflexión reciente, es decir, a los más de veinte años de nuestros inicios en los avatares en la escritura.

En cuanto a los diálogos con ciertos actores, extensos en principio, fueron grabados entre 1988 y 1989, con propósitos académicos, pero que saqué a la luz por insistencia de ese gran poeta y suscitador que, como muchos, no es reconocido, ni siquiera por un diarismo cultural preocupado de Shakira y cosas de ese tipo (buen provecho); hablo de Diego Velasco Andrade. Creímos con Diego que los nuevos escritores y lectores debían saber algo de la aventura de escribir, por eso se publicó tal libro y para que se constate de que existimos, de que existiremos (no son palabras, son textos, son obras).

Creo que mis amigos interlocutores de la parte central (Galo Galarza, Diego Caicedo, Huilo Ruales, Williams Castillo, –obviamente Gustavo-, el mismo Diego y otros) ya no pensarán igual, pues las condiciones históricas han cambiado radicalmente y seguirán cambiando en un mundo donde las ciencias y las tecnologías (en muchos casos utilizadas para la guerra) han llegado a lo insólito, mientras en nuestro continente se erige, desde lo andino, nuevas formas del pensar que están haciendo un gran aporte a la construcción de la nueva humanidad (4); por tanto, nadie pretenda creer que sus voces que allí hago constar sean la última verdad. Quede entonces con los talleres de la década de los ochenta solamente la constancia de la posibilidad que todos tenemos de soñar por escrito.




Notas


1)Revista Tientos No. 1 Julio de 1978
Díaz Góngora Mario, El Taller, Letras del Ecuador Nº 165. octubre de 1985, Quito – Ecuador
América Latina en su literatura, varios autores, Edit. Siglo XXI, 3ra. edición 1976
4)“La cuenta regresiva empezó el 11 de septiembre del 2001, cuando los fundamentalismos (Sharon, Bin Laden y Busch) de los tres monoteísmos abrahámicos, que han marcado a fuego la civilización patrialcal de occidente los últimos dos mil quinientos años, ha empezado su último arreglo de cuentas”. Proyecto de apoyo a la Gestión Participativa Municipal. GTZ. 2001


(*) Alfredo Pérez Bermúdez, fue miembro del grupo literario Lapequeñalulupa. Ha publicado las obras de poesía: Iniciales (1982); Para encantar esta muerte (1992); Perro ebrio (1998); de narrativa ensayo: La posibilidad de soñar por escrito (2003). Consta en las antologías Café Berlín (2001) y MeloPoeFant Internacional (2004), editadas en Alemania. Su obra ha obtenido premios y menciones a nivel nacional. Próximamente K-Oz Editorial publicará su selección poética Ahí los vidrios.

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