El vocablo ajeno del espejo…
Imagen Pedro Herrera
Comentario al libro de poemas Zaratana,
de Freddy Ayala Plazarte
No es fácil hablar de lo uno o lo otro, lo único que sabemos es que el poema no sale de la nada, aunque hay la posibilidad que exista la esencia de la naturaleza como algunos bondadosos griegos pensaron y uno que otro renacentista, y podríamos decir que es el artista quien logra captar ese espíritu y lo transforma en obra.
Para acercarse alguna verdad acerca de esto lo único que tenemos es el poema, el libro objeto, las palabras regadas en las páginas -según su potencia o su color- provocando desmanes en la sangre.
Ahora tenemos este Zaratana, concebido como se engendra un músculo en el universo, el sencillo fulgor de una estrella lejana y confundida o la voz de una melodía que a pesar de quebradas o truenos, sigue su camino hasta la apacible pupila del lector.
Hay que tener los poros demasiado abiertos para darse cuenta que “la mañana llega con muletas” o para escuchar la voz del “necio de la esquina que habla solo, invitando a su olvido”.
O sólo habrá qué tener los ojos del pecho bien abiertos, las manos empapadas de recuerdos que de un momento a otro en lugar de tomar un objeto, se entretienen en pintar zaguanes, mares o retazos de lunas amargas.
En Zaratana contemplamos la voz ajena del espejo, que nos hace acuerdo del vacío que cuelga de nuestra mano desesperada. A fuerza de imágenes que nada tienen que ver con la linealidad o la monocromía, nos habla el autor sutilmente que “En la esquina un hombre ciego tantea sus harapos/ junto al perro nunca nombrado/ sus dedos hormiguean en los bolsillos/ las migas de saliva que le restan.”
Todo lo que esté alrededor de la obra será mera discusión, teorías fugaces, alimento de la banalidad y de lo efímero. Sin querer separar al artista del poema, la memoria del lector, quien sabe, ajena a nombres o latitudes aprehenda del libro la esencia de la palabra, ese sudor existencial y sensitivo del poeta. El olvido nos hará acuerdo de nuestra mortalidad. Pero quedará algo del autor, de lo más azul o gris de su alma, regado en las páginas de Zaratana, letras que sólo el tiempo decidirá o no guardarlas en el saco de lo imperecedero.
*Walter Jimnbo: Loja 1978. Escritor y comunicador social, hizo parte de los talleres del Cafélibro y de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y publicó su primera obra individual, en la colección Machete Rabioso.
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