lundi 2 juin 2008

NOVÍSIMA POESÍA ECUATORIANA



El vocablo ajeno del espejo…



Imagen Pedro Herrera


Comentario al libro de poemas Zaratana,
de Freddy Ayala Plazarte

Colección La K-bezuhela, 2008

Por Walter Jimbo*

Ninguna justificación ha de ser suficiente para satisfacer lo que es la poesía, peor aún, ninguna ha de acertar por qué un ser humano podría pasarse horas, acaso la vida (incluido el momento de dormir, pues si es cierto lo que dice Nietzsche, el poeta tratará de descifrar a través de sus líneas el paraíso o infierno que arrojen sus sueños) inventando líneas -gota a gota o de un solo aguacero- que denuncien el contenido de su imaginación y su espíritu.

No es fácil hablar de lo uno o lo otro, lo único que sabemos es que el poema no sale de la nada, aunque hay la posibilidad que exista la esencia de la naturaleza como algunos bondadosos griegos pensaron y uno que otro renacentista, y podríamos decir que es el artista quien logra captar ese espíritu y lo transforma en obra.

Para acercarse alguna verdad acerca de esto lo único que tenemos es el poema, el libro objeto, las palabras regadas en las páginas -según su potencia o su color- provocando desmanes en la sangre.

Ahora tenemos este Zaratana, concebido como se engendra un músculo en el universo, el sencillo fulgor de una estrella lejana y confundida o la voz de una melodía que a pesar de quebradas o truenos, sigue su camino hasta la apacible pupila del lector.

Hay que tener los poros demasiado abiertos para darse cuenta que “la mañana llega con muletas” o para escuchar la voz del “necio de la esquina que habla solo, invitando a su olvido”.





O sólo habrá qué tener los ojos del pecho bien abiertos, las manos empapadas de recuerdos que de un momento a otro en lugar de tomar un objeto, se entretienen en pintar zaguanes, mares o retazos de lunas amargas.

En Zaratana contemplamos la voz ajena del espejo, que nos hace acuerdo del vacío que cuelga de nuestra mano desesperada. A fuerza de imágenes que nada tienen que ver con la linealidad o la monocromía, nos habla el autor sutilmente que “En la esquina un hombre ciego tantea sus harapos/ junto al perro nunca nombrado/ sus dedos hormiguean en los bolsillos/ las migas de saliva que le restan.”

Todo lo que esté alrededor de la obra será mera discusión, teorías fugaces, alimento de la banalidad y de lo efímero. Sin querer separar al artista del poema, la memoria del lector, quien sabe, ajena a nombres o latitudes aprehenda del libro la esencia de la palabra, ese sudor existencial y sensitivo del poeta. El olvido nos hará acuerdo de nuestra mortalidad. Pero quedará algo del autor, de lo más azul o gris de su alma, regado en las páginas de Zaratana, letras que sólo el tiempo decidirá o no guardarlas en el saco de lo imperecedero.



*Walter Jimnbo: Loja 1978. Escritor y comunicador social, hizo parte de los talleres del Cafélibro y de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y publicó su primera obra individual, en la colección Machete Rabioso.

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