lundi 21 janvier 2008

SERIE: UNA GENERACIÓN FRACTAL


UTOPÍA Y VISIÓN
DEL COLECTIVO LITERARIO
La K- bzuhela


Por Diego Velasco Andrade


En el contexto en el que escribe el escritor del siglo XXI, tiempo veloz, vertiginoso, caótico, virtual; donde se acabará pronto la noción de la Literatura, tal cual ahora la entendemos y, -por lo tanto-, los seudo privilegios de escritor oficial y su pretendido e inalcanzable “canon”. Cuando algunos nuevos y viejos anarquistas prefieren encontrar en la internet y el “ciber espacio” o en el hipertexto del blog, aquella suerte de Biblioteca de Babel electrónica y tela de araña para enredar los bucles y el bigote del otrora escritor maldito, con sus cómodos mitos y ritos de solitaria y “gótica inspiración”, una noción siempre nueva, fresca, progresista y diversa de grupo literario, irrumpe en nuestro medio con el proyecto editorial colectivo K-bzuhela, de Quito.

Los k-bzuhelas liderados por la arquitectura poética de Johanna López y orientados (y/o desorientados) por la brújula caminante de Juan Pablo Mogrovejo, el sesudo y complejo mundo filosofal e “involuntario” de Paúl Miño, la tierna esquizofrenia de Andrea Samaniego, el neo-vanguardismo de Freddy Ayala Plazarte y el hiperrealismo de Marco Bustos, nos demuestran que está arribando una nueva camada de escritores en Ecuador, nacidos a partir de los años 80 (la generación fractal) y aún más, que su proyecto editorial “anti oficial” y “autogestionario”, constituye una “utopía realizable”.

Su propuesta creativa producto de su desarrollo personal y colectivo durante casi tres años en los Talleres de la CCE, da cuenta del planeta multidiverso en el que están inmersos estos representantes de una novísima generación de inicios de siglo XXI, época digital en la que sus obras: poética, narrativa y novelesca, se inscriben.

Así, Johanna López ( Quito 1980) asume una poética desde lo arquitectural que es su oficio y desde el maléfico y suicida Cioram que es su fantasma y nos lanza a la cara dardos, flechas y latigazos de signos y señales que, -paradójicamente a su caos aparente-, son construidos con milimétrica y razonada precisión; la construcción y reconstrucción permanente de la noción convencional del poema, reto y rompecabezas permanente para lecto-nautas iniciados y profanos, tal es la esencial propuesta de sus “Certezas Híbridas”.

Juan Pablo Mogrovejo (Cañar 1979), -el funámbulo del grupo-, con su cadencioso y rítmico acento cañari, nos invita a extraviarnos o a salir airosos de sus intrincados laberintos de personajes, situaciones e igualmente caóticas figuras; el patafísico Alfred Jarry o el bohemio Toulouse, danzan y “biciclean” en sus páginas en común acuerdo con sus propios miedos, angustias y espectros personales, configurando textos “caleidoscópicos” que bien quisieran los inventores de juegos ópticos y telescopios terrenales.

Freddy Ayala Plazarte (Latacunga 1982), -el neo-vanguardista del grupo-, elabora complicadas pirotecnias verbales que se asientan en complejas imágenes, que deben ser descifradas sintagma por sintagma, en una suerte de escaleta de sensaciones, colores y elaboradas sinestesias; pues sonidos, olores y sabores se entremezclan en una suerte de alambique que secreta una alquimia poética de gran riqueza rítmica y polisémica.

Andrea Samaniego (Quito 1986),-la menor del grupo-, experimenta una prosa poética de profundos significados y resonancias erótico- amatorias. Sin embargo su propuesta no recae en la reiterada “poesía erótica”, tan “lugar común y corriente” en la poética contemporánea “escrita por mujeres” en Ecuador. En ella, más bien hay una búsqueda del eros cotidiano, tierno y violento a la vez; aquel que subyace en cualquier relación de pareja, que se atrae y se repele en una suerte de amor-odio esquizofrénico, que nos interpela y asusta con sus crueles paradojas.

Marco Bustos (Quito 1981), en cambio, ha emprendido en un proyecto de alta literatura: la construcción de una novela hiperrealista “Chicos de casa sin piscina”, que trata sobre las nuevas identidades personales, culturales y sexuales de la juventud quiteña arribista de inicios de siglo, siempre en tren de imitar y “parecer” global y sofisticada; eso sí nunca “chola” ni limitada a lo local, más bien plagada de tecno prácticas informáticas, vídeo audiovisuales, “regae-toneras”, celulares y erótico-virtuales, mas siempre artificiosa y artificial pero sobretodo “light”. Una crítica mordaz, cínica y demoledora a esta “generación andinista” que aún no tiene, pero ansia
un día tener una “casa con piscina”...

Finalmente el filósofo del grupo: Paúl Miño (Quito 1984), experto en la teoría de los sistemas complejos en la onda Edgar Morin, nos propone una serie de “cuentos involuntarios”, de pretendido tono ingenuo y prosaico, pero que significan una crítica irónica y contundente a la literatura angustiosa y solemne, que ciertas visiones dramáticas de la narrativa ecuatoriana, han pretendido hacernos creer: …que una historia para ser “bien contada”, debe asumir un tono retórico, hermético y seudo intelectual. Mas aquí hay pura burla, ironía y sarcasmo, a las convenciones de nuestra fauna local con poses de académica e intelectual, cuyos nombres en el texto, han sido cambiados para no proteger a los culpables...

De esta manera con su obra irreverente, los k-bezuhelas, nos demuestran una incesante búsqueda de oficio literario, pero también una intensa necesidad de encuentro lúdico con su grupo y con otras voces de su autodenominada “generación fractal”; sobretodo su interés en la configuración de una literatura joven y fresca en Ecuador, demostrando que nuestras tierras andino ecuatoriales constituyen muchísimo más que una despistada “Línea Imaginaria”, y que esta camada más bien irrumpe como una generación hiper crítica e hiper realista, sobretodo como una generación, en donde la necesidad de hacer literatura puede ser ejercida en una suerte de amor colectivo, de “amor grupal”, constituyendo necesidad erótica y de goce, placer de gustar y de disgustar a sus potenciales críticos de fuera y también de comarca, pero sobretodo arma ética y estética para imaginar y escribir un mundo mucho mejor que el actual.

UNA MUESTRA K-BZUHELA
PRIMERA PARTE



ANDREA SAMANIEGO*


MANDALA
(fragmentos)


Con una mueca fucsia advertí que todas las hojas tenían tatuado el mandala.


Acostada en el puente el abismo me grita que no soy más… que nunca pasa que se vuelva a decir siempre cuando a veces se ha dicho tal vez.

Me rasco la espalda entre la segunda y tercera durmiente y un calambre en el pie me recuerda la humedad de la maldita nostalgia. La pintura que derramé en mis rodillas a los seis años sigue tiñendo a los trenes de jueves y los jueves hacen rondas para burlarse de las fallas en mis sentidos, y es que después de absorber mil olores; el olfato se muere con la memoria saturada del recuerdo del sexo que por primera, tercera y última vez frotaste contra la quijada.

Los mantras metálicos se escuchan cercanos, colapsan el dolor, me abofetean las manos, como si el carbón con el que dibuja la locomotora me lo hubiese tragado, y antes de inundarme el esófago, se convierta en la voz que jamás ha existido…


Andrea Samaniego (Quito 1986). Es estudiante de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central. Integra el grupo literario K-bezuhela. Tiene un cuaderno de poesía Pravda, en la colección fractal del colectivo K-bezuhela.




FREDDY AYALA PLAZARTE**

De REMINISCENCIAS

(Fragmentos)


1.

Atrás del prisma
quedaron nuestros pasos
la respiración de la ciudad
enternecía un tiempo de invisibles caricias
de perder el alma
en sábanas de arena

Era solo el pensamiento
desbocado entre las sinergias del anzuelo
conteniendo en la piel del albatros
una llama de nostalgias

Recuerdo la silueta de tus trenes
aventar barajas sobre el desierto
sudando palabras en la frente
con ansias de ser recogidas
por algún hombre.

.............


11.


Ofelia desdobla la cabeza de los océanos de la noche
en la agitación de la medusa boreal
interna en las ofrendas de sílice
vigila los pasos del tiempo
de la maraña de sus pensamientos

Ofelia se sofoca en lamidos restos
de polares caricias
desviste las historias de una dudosa lechuza
la amnesia de sus años retoza
en la indescifrable pirámide del ciego

Ofelia remienda las lesiones de ocasos convalecientes
con su adusto mentón
y los delirios de la furtiva cisterna
enturbian el iris de sus desengaños

Ofelia ve el pedaleo de su muerte de antifaces
acostada de bruces
salta de sus paredes como una bailarina
amortigua el descenso de su voluntad
y desentierra un estigma.



**Fredy Ayala Plazarte. Latacunga 1982. Es egresado de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Tiene dos libros de poesía inéditos para la colección Luz Lateral de la CCE. Integra el grupo literario K-bezuhela en cuya colección Generación fractal publica su primer libro Zaratana.




JOHANNA LÓPEZ SANTOS ***


HI CIORAM


Supe expresarte sentimientos,
aquel agua-mar que me sabe a cielo
y me castiga,
precipicio inherente condensado
en ideas.
Soberana me cubre
la incertidumbre de las cortas palabras,
¡como late el corazón…!
estúpido vacío, lleno de carne y vergüenza…

¿Qué perdona Heidegger,
si empiezo a asimilar su capricho…?;
mientras,
se incrusta en mí una certera duda: ¡TÚ!,
o mi loca sensación de estar
entre tajos,
de simas, de quebradas.

No me acompaña la fatalidad
en estos últimos días,
sólo la muerte solitaria,
ronda las esquinas de mis horas.

No estoy triste
sólo entiendo y consiento

“Que el problema no es la muerte
sino el haber nacido...”

¿NO ES VERDAD CIORAN…?



DELTA


(Fragmentos)

Los destellos de luces vivas
de cambio, de oportunidades,
jerarquizan la orfandad de los cuerpos,
me retribuyo con interés
para tocar la palabra azul del Delta,
su figura muda,
su nivel de conciencia,
en la columna de armonía emerge
sin transigencias,
la pluralidad del asbesto

¿quién no ríe en la sonrisa
de aquel que se complace
con una buena dádiva…?
no de caridad sino de indulgencia
vivaz, hacia el futuro de la única igualdad

fraternos hasta con los bronquios
de la tierra humedecida,
libres como la idea cutánea de ceguera óptima,
para elaborar sin prejuicios lo que implica mirar
por lo menos hasta entender que

“SÓLO CODICIAMOS
LO QUE VEMOS”;

……..



Johanna López Saltos. Quito 1980. Es Arquitecta por la Universidad Central del Ecuador. Tiene inéditos dos cuadernos de poesía para la colección Luz Lateral de los Talleres de la CCE. Anima el grupo literario K-bezuela en cuya colección Fractal publica su primer poemario: Certezas Híbridas.

mardi 8 janvier 2008

SERIE IDENTIDAD ANDINA

SERIE IDENTIDAD ANDINA
PACHAKUTI: EL GRAN SALTO
Del libro CAMINANTES DEL ARCOIRIS (Fragmento)
Por MAKARIOS ATAWALLPA OVIEDO*
Ca­da una de las pa­la­bras del Wakakué lle­ga­ban hon­do a mi co­ra­zón, y a ve­ces me in­va­día una pro­fun­da tris­te­za al pen­sar en el con­quis­ta­dor es­pa­ñol que en su ig­no­ran­cia arra­só con to­das las cul­tu­ras sa­bias de Amé­ri­ca. Me pre­gun­ta­ba có­mo hoy se­ría la vi­da en Amé­ri­ca y el mun­do, si no las hu­bie­ran des­trui­do.
“Cuan­do lle­ga­ron los in­va­so­res ob­ser­va­ron nues­tros ac­tos de vi­da y no los en­ten­die­ron -res­pon­dió el Wakakué-. Es mas, no qui­sie­ron com­pren­der­lo, no se die­ron el tiem­po pa­ra pre­gun­tar y sim­ple­men­te les sen­ten­cia­ron: son sal­va­jes. No pu­die­ron va­lo­rar que era­n pue­blos ale­gres y fes­ti­vos, co­mo lo so­mos has­ta el día de hoy. Que en­ten­día­mos que la vi­da no es más, que un ac­to de elo­gio a la crea­ción y a ca­da ma­ni­fes­ta­ción de la vi­da en par­ti­cu­lar. Es­to no fue com­pren­di­do por el in­va­sor y la prue­ba es, que has­ta aho­ra tam­po­co. Pa­ra no­so­tros la vi­da no era ex­plo­tar oro y más oro, aca­bar con el oro ne­gro, el oro azul, el oro ver­de, el oro dul­ce de la Ma­dre Tie­rra. Por el con­tra­rio los con­quis­ta­do­res, co­mo ellos mis­mos así se au­to­de­fi­nían, es­ta­ban acon­di­cio­na­dos por la lu­ju­ria del oro y los tí­tu­los no­bi­lia­rios. Ca­da uno as­pi­ra­ba a en­ri­que­cer­se pa­ra com­prar un pues­to den­tro de la mo­nar­quía. Su sue­ño era sa­lir de la po­bre­za y mi­se­ria en la que vi­vía la Eu­ro­pa me­die­val.
Po­drán de­cir mu­chas co­sas de no­so­tros, pe­ro ja­más lo han di­cho ni creo que lo di­rán, que aquí hayan en­con­tra­do men­di­ci­dad, de­lin­cuen­cia, epi­de­mias, ham­bru­na que son el re­fle­jo de una so­cie­dad en des­com­po­si­ción. To­do lo con­tra­rio, aquí ha­bía abun­dan­cia y es por eso que pu­die­ron lle­var­se to­do ello pa­ra Eu­ro­pa: el oro, la pla­ta, los ce­rea­les, las le­gu­mi­no­sas, las fru­tas. So­lo pa­ra dar­te un ejem­plo, el maíz y la pa­pa sal­va­ron a la Eu­ro­pa del ham­bre pues eran pue­blos bá­si­ca­men­te car­ní­vo­ros. La ma­yo­ría de fru­tas que hoy co­mo el mun­do son pro­duc­to del in­ge­nio agrí­co­la de nues­tros in­ge­nie­ros y cien­tí­fi­cos. Sin ha­blar del oro y la pla­ta que les die­ron la ri­que­za que hoy os­ten­tan y que pre­su­men co­mo sig­no de de­sa­rro­llo y pro­gre­so.”
Ex­pli­có que to­do lo que se pro­du­cía se con­su­mía, y se lo ha­cía pre­me­di­ta­da­men­te de mo­do que no que­da­sen ex­ce­den­tes. Y cuan­do los ha­bían, eran des­ti­na­dos a las Ca­sas del Sol, de los an­cia­nos y ni­ños sin fa­mi­lia, y a los tam­bos o ca­sas de hos­pe­da­je que ha­bían en los dis­tin­tos ca­mi­nos del Ta­wan­tin­su­yo. De tal ma­ne­ra que to­do ca­mi­nan­te es­ta­ba apro­vi­sio­na­do de lo que ne­ce­si­ta­ba en su re­co­rri­do, tal co­mo lo ex­pli­ca­ba el cro­nis­ta Cie­za de León en su li­bro El Im­pe­rio Co­lec­ti­vis­ta de los In­cas. De es­ta ma­ne­ra, se ase­gu­ra­ban de que siem­pre es­tu­vie­se cir­cu­lan­do la vi­da, y no re­te­nién­do­la y es­cla­vi­zán­do­la con ca­da co­sa o per­so­na que se iba acu­mu­lan­do. Di­jo que has­ta aho­ra fun­cio­na­ba es­te prin­ci­pio en los An­des, cuan­do gas­ta­ban en fies­tas to­do lo que ha­bían tra­ba­ja­do en el año. Aun­que con la di­fe­ren­cia hoy en día, que por el sis­te­ma so­cial im­pe­ran­te es­ta prác­ti­ca no per­mi­tía se­guir man­te­nien­do el equi­li­brio fa­mi­liar y co­mu­ni­ta­rio, si­no la po­bre­za a la cual es­ta­ban su­mi­dos des­de ha­ce 5OO años, y sien­do ese el sal­do de la in­va­sión es­pa­ño­la.
“El mun­do oc­ci­den­tal to­da­vía no ha com­pren­di­do mu­chas co­sas, en el fon­do el mun­do to­da­vía no ha des­cu­bier­to Amé­ri­ca des­pués de 5 si­glos”.
Pu­so de ejem­plo, que cuan­do los ar­queó­lo­gos en­con­tra­ban tum­bas con di­fe­ren­tes ele­men­tos per­so­na­les, o acom­pa­ña­dos de otros se­res hu­ma­nos pa­ra ellos, es­tos ob­je­tos sig­ni­fi­ca­ban los uten­si­lios que iban a uti­li­zar en otras vi­das, y las per­so­nas eran sa­cri­fi­cios hu­ma­nos de quie­nes les iban a ser­vir en la otra vi­da. Di­jo que en pri­mer lu­gar en la con­cep­ción an­di­na, si bien el con­cep­to de muer­te no exis­tía, no sig­ni­fi­ca­ba que ha­bía otra for­ma de vi­da que pue­da lla­mar­se el pa­raí­so o el in­fier­no, o al­go pa­re­ci­do. Los ins­tru­men­tos en­te­rra­dos jun­to a la per­so­na, era to­do aque­llo que el in­di­vi­duo ha­bía pro­du­ci­do en su vi­da y que de­bían pe­re­cer o des­can­sar igual que su ha­ce­dor. No ha­bía el con­cep­to de he­ren­cia que im­pli­ca­ba la acu­mu­la­ción de ri­que­za o el pa­so a sus hi­jos o he­re­de­ros. De es­ta ma­ne­ra se ase­gu­ra­ban que la vi­da es­te re­ha­cién­do­se ca­da vez, con ca­da nue­va ge­ne­ra­ción.
“El manuscrito de Huarochiri, es el único documento escrito por los españoles, que recoge la propia versión de los habitantes andinos sobre su cosmovisión y forma de vida. Allí anotan que cuando moría un niño o una persona de características singulares, como reconocimiento a su condición, le momificaban y le enterraban en la cima de una montaña, en un lugar sagrado o cerca de su lugar de residencia. Era la manera, de resaltar y de convertir a alguien en un guía para los demás. Pe­ro pa­ra los ar­queó­lo­gos eran sa­cri­fi­cios hu­ma­nos, comparando y juzgando a como lo hacían en otras regiones. Todo han interpretado de acuerdo a sus códigos ancestrales, como ellos tenían reyes nuestros líderes eran reyes, como ellos hacían sacrificios humanos, de la misma manera las momificaciones sagradas de nuestros niños, para ellos eran sacrificios... Ya lo sa­be­mos, ca­da cual juz­ga se­gún su con­di­ción.
Así nos han in­ter­pre­ta­do en to­do, des­de las for­mas más an­to­ja­di­zas has­ta las más ri­dí­cu­las. Por­que su ma­ne­ra de acer­car­se a la rea­li­dad es a tra­vés de la in­ter­pre­ta­ción, lo cual es equi­vo­ca­do pues es sub­je­ti­vo e im­par­cial, es­tá vi­cia­do por los pre­jui­cios so­cia­les y cul­tu­ra­les del ob­ser­va­dor. So­lo a tra­vés de la ex­pe­rien­cia per­so­nal, de la ple­na vi­ven­cia e in­te­rio­ri­za­ción es po­si­ble acer­car­se a la rea­li­dad. No pue­des sa­ber al­go has­ta que lo ha­yas vi­vi­do ple­na y pro­fun­da­men­te por ti mis­mo, so­lo con el sen­ti­mien­to pro­pio pue­des te­ner con­cien­cia de su esen­cia. Pa­ra ello hay que desprenderse de creen­cias, teo­rías o pun­tos de vis­ta, pues mi­rar del ex­te­rior en ba­se a sus pro­pios va­lo­res y prin­ci­pios es juz­gar y va­lo­ri­zar; lo cual es arro­gan­te, ses­ga­do e im­po­si­ti­vo.
Así, los sectores de poder se han in­ven­ta­do las his­to­rias más in­fan­ti­les pa­ra ha­cer­nos pa­re­cer co­mo irra­cio­na­les y ru­di­men­ta­rios. To­do aque­llo que no res­pon­día a sus mo­de­los in­me­dia­ta­men­te era ca­ta­lo­ga­do de in­fe­rior y pues­to la eti­que­ta de pe­li­gro­so pa­ra la ci­vi­li­za­ción. Tal co­mo lo es has­ta el día de hoy, pues no ha cam­bia­do na­da, so­lo las for­mas. Si­guen juz­gan­do y ca­li­fi­can­do al mun­do en­te­ro se­gún sus prin­ci­pios, ellos han di­vi­di­do al mun­do en pri­me­ro, se­gun­do y ter­cer mun­do. Quién no es­ta de acuer­do sim­ple­men­te es ata­ca­do y so­juz­ga­do a nom­bre de su li­ber­tad y de su de­mo­cra­cia. Eso ha su­ce­di­do igual, ha­ce 100, 500 o 2000 años, en el fon­do no hay gran di­fe­ren­cia.
To­da nues­tra cul­tu­ra, nues­tros há­bi­tos, nues­tros mo­de­los de vi­da eran pa­ra la realeza: ina­de­cua­dos, de­sa­jus­ta­dos al tiem­po, pro­mis­cuos en su esen­cia. Y si­gue sien­do igual el re­cha­zo y el des­pre­cio, por eso nos lla­man des­pec­ti­va­men­te paí­ses len­tos, so­cie­da­des sub­de­sa­rro­lla­das, pue­blos ani­mis­tas, cul­tu­ras ele­men­ta­les. Es por eso que EEUU y los paí­ses eu­ro­peos han ce­rran­do sus fron­te­ras, ellos crea­ron es­te sis­te­ma y aho­ra tie­nen que arrin­co­nar­se, pa­ra no ser in­va­di­dos por la mi­se­ria y la po­bre­za en que de­ja­ron al mun­do. Nos con­vir­tie­ron en su pa­tio tra­se­ro pa­ra ex­po­liar to­dos los re­cur­sos na­tu­ra­les y aho­ra no quie­ren que sea­mos par­ti­ci­pes de su fes­tín. A nues­tras tie­rras pue­den lle­gar cuan­do quie­ran, pe­ro pa­ra lle­gar a sus tie­rras ne­ce­si­ta­mos de vi­sa. Y quién pue­de ob­te­ner una vi­sa?, so­lo los ri­cos, que pa­ra­dó­ji­ca­men­te son sus des­cen­dien­tes o sus subditos”.
In­clu­so en un mo­men­to el Wakakué fue más cla­ro y di­rec­to en sus apre­cia­cio­nes. Pa­ra él los pa­rá­me­tros eran di­fe­ren­tes, y se­ña­ló que en la vi­da ha­bían exis­ti­do y que sub­sis­tían has­ta el día de hoy, dos cla­ses de seres humanos: los sal­va­jes y los bár­ba­ros.
“Los sal­va­jes ca­za­mos a los ani­ma­les y los ma­ta­mos pi­dien­do per­mi­so a su es­pí­ri­tu; los bár­ba­ros crían ani­ma­les en cau­ti­ve­rio pa­ra ase­si­nar­los en los ma­ta­de­ros de re­ses. Los sal­va­jes pe­lea­mos en­tre no­so­tros en el ob­je­ti­vo de acu­mu­lar po­der per­so­nal; los bár­ba­ros pe­lean por un po­der ex­te­rior y su­per­fluo. Los pue­blos sal­va­jes ex­pan­den sus te­rri­to­rios pa­ra te­ner nue­vos gue­rre­ros del es­pí­ri­tu que en­fren­tar; los pue­blos bár­ba­ros con­quis­tan te­rri­to­rios por ex­plo­tar más la ri­que­za na­tu­ral y es­cla­vi­zar a sus miem­bros. Pe­ro hoy se di­ce y se es­cri­be to­do al re­vés. No­so­tros so­mos los bár­ba­ros, pri­mi­ti­vos, atra­sa­dos, in­ge­nuos...
Te voy a de­mos­trar con un so­lo ejem­plo cual es la rea­li­dad. Di­ce la iglesia católica, que no­so­tros éra­mos idó­la­tras que ado­rá­ba­mos al sol, las mon­ta­ñas, las cas­ca­das... cuan­do en rea­li­dad es al re­vés, y lo son has­ta el día de hoy. En­tra a cual­quier igle­sia, mez­qui­ta o si­na­go­ga y ve­rás gen­te ado­ran­do a libros, pin­tu­ras, es­ta­tuas, cru­ci­fi­jos, imá­ge­nes, etc. Y por otro la­do, si­guen be­bien­do la san­gre co­mo lo ha­cían con la san­gre de sus ene­mi­gos de­rro­ta­dos, y hoy lo ha­cen con la san­gre de Je­sús. Al cual, co­mo lo re­co­no­cen ellos mis­mos, lo ma­ta­ron gente de sus mismos pueblos, co­mo lue­go hi­cie­ron con los Tem­pla­rios, con los Cá­ta­ros, y otros. Así has­ta nues­tros días en que ma­ta­ron a mi­les de ju­díos en la Ale­ma­nia Na­zi.
La prue­ba de ello, es que los her­ma­nos eu­ro­peos es­tán re­tor­nan­do a ser Hi­jos de la Luz, es­tán des­per­tan­do la cultura Cel­ta, y a los es­pí­ri­tus so­la­res de Apolo, Osiris, Horus, Lug, Mitra, Baco. Ellos es­tán muy cla­ros, de cuan­do sus an­ces­tros se per­die­ron en la mono­la­tría y cons­tru­ye­ron un sis­te­ma re­li­gio­so a cu­ya ca­be­za te­ne­mos hoy en día al Pa­pa, co­mo la más fiel ex­pre­sión del fa­na­tis­mo y del po­der in­qui­si­dor, que fun­cio­na so­la­pa­da­men­te has­ta nues­tros días. Tan es así, que en to­dos los paí­ses del nor­te de Eu­ro­pa las igle­sias es­tán com­ple­ta­men­te aban­do­na­das, so­lo en paí­ses co­mo Es­pa­ña o Por­tu­gal si­guen to­da­vía “ado­ran­do” al ce­men­to, al ye­so, a la ma­de­ra. Las re­li­giones sunnitas (católica, judía, islamista) no son ori­gi­na­rias de Eu­ro­pa, les fue im­pues­ta ha­ce 2.000 años por los romanos. Po­co a po­co es­tán re­na­cien­do los nue­vos drui­das, los nue­vos jesusia­nos, los nuevos esenios. Van des­per­tan­do maes­tros sa­bios co­mo Saint Ger­mán, Ser­gie de la Fe­rrie­re, Teil­hard de Char­din, Omraam Mikaël Aivanof ; y así, es­tán re­tor­nan­do los Hi­jos Luminosos en to­dos los rin­co­nes del pla­ne­ta. Es­tán com­pren­dien­do, que si el Pa­dre Sol es un ser lu­mi­no­so el hi­jo de­be for­mar­se co­mo un ser de luz. Si el sol es ca­lor, su pro­pó­si­to de vi­da es ser per­so­nas ca­lu­ro­sas, afec­tuo­sas, ama­bles. Si el sol re­par­te sus ra­yos en­tre to­dos por igual, sin me­dir ni cal­cu­lar quien se lo me­re­ce, los Hi­jos del Sol son ge­ne­ro­sos y hos­pi­ta­la­rios. Si el sol es vi­da, los pue­blos co-crean nue­vas for­mas de vi­da. Si el sol es ener­gía, se ali­men­tan de su in­for­ma­ción ge­né­ti­ca pa­ra te­ner lu­mi­nis­cen­cia y cla­ri­dad en su ac­cio­nar.”
-Pe­ro Wakakué, hay al­go que pue­de lle­var a con­fu­sión, pues us­ted no es in­dio si­no mas bien es un blan­co-mes­ti­zo. Su as­pec­to fí­si­co es muy oc­ci­den­tal.
“Cuan­do lle­gó Cris­tó­bal Co­lón a Amé­ri­ca se pro­du­jo un Pa­cha­ku­ti (cam­bio to­tal), que sig­ni­fi­có el sur­gi­mien­to de la cul­tu­ra In­dia o Ame­rin­dia, pa­ra di­fe­ren­ciar­la de la In­dia Asiá­ti­ca, y a don­de cre­yó ha­ber lle­ga­do el Al­mi­ran­te. La cul­tu­ra in­dí­ge­na de Amé­ri­ca pro­ce­dió a asi­mi­lar a la ci­vi­li­za­ción eu­ro­pea, y de cu­yo pro­ce­so han sur­gi­do los In­dios de Amé­ri­ca. Ya no exis­ten los in­dí­ge­nas ge­né­ti­ca­men­te ha­blan­do, so­lo exis­te la cul­tu­ra in­dí­ge­na, la cual se ha en­con­tra­do con la cul­tu­ra oc­ci­den­tal pa­ra pro­du­cir el hom­bre nue­vo de cuar­to ni­vel de con­cien­cia, que es el In­dio.
Por 500 años se aso­ció el tér­mi­no in­dí­ge­na con in­dio, el cual a la vez se trans­for­mó en un tér­mi­no pe­yo­ra­ti­vo y de­gra­dan­te. El ra­cis­mo de la realeza es­pa­ñola de­for­mó a la pa­la­bra in­dio, que en su for­ma iniciática sig­ni­fi­ca Den­tro de Dios. Co­mo no exis­te el azar, Co­lón sin sa­ber­lo pe­ro por guía de las fuer­zas del uni­di­ver­so complementario, nos bau­ti­zó co­mo In­dios. Lo cual es jus­to y pro­pio, pues la hu­ma­ni­dad de­be trans­for­mar­se en In­dios, es de­cir, en Es­pí­ri­tus Cós­mi­cos. Por aho­ra ya exis­ten los In­dios de Amé­ri­ca y de Asia, y así de­be­rá avan­zar to­da la hu­ma­ni­dad, has­ta que nue­va­men­te sea­mos hi­jos de la tie­rra y el sol, co­mo an­tes, pe­ro en un nue­vo es­ta­do de con­cien­cia y en una cul­tu­ra pla­ne­ta­ria de luz, respetuosa de las semejanzas y diferencias.
El in­dio o amerindio es la unión del in­dí­ge­na ro­jo ame­ri­ca­no y el in­dí­ge­na blan­co eu­ro­peo, pe­ro so­lo ha si­do acep­ta­do has­ta aho­ra por los in­dí­ge­nas ameri­ca­nos, pues el blan­co-mestizo ame­ri­ca­no lo nie­ga. Pe­ro cuan­do és­te se en­co­le­ri­za lo re­co­no­ce y co­mien­za a in­sul­tar a su ad­ver­sa­rio mestizo co­mo “in­dio de mier­da”, o cuan­do se vis­te de in­dí­ge­na en las fes­ti­vi­da­des cul­tu­ra­les, a tra­vés de las com­par­sas o de cier­tos es­pec­tá­cu­los tra­di­cio­na­les. El lla­ma­do mes­ti­zo, más se da cuen­ta que es in­dio, cuan­do sa­le a Eu­ro­pa y to­ma con­cien­cia de que no es blan­co y rei­vin­di­ca su par­te in­dí­ge­na. Se da cuen­ta que no es blan­co ni in­dí­ge­na y se lla­ma mes­ti­zo, pe­ro és­te es otro con­cep­to de­for­ma­do y ter­gi­ver­sa­do, pues lo mes­ti­zo es la anu­la­ción de lo in­dí­ge­na y la acep­ta­ción de lo blan­co. El con­cep­to de mes­ti­zo es un con­cep­to ex­clu­yen­te, que no va­lo­ri­za y res­pe­ta lo in­dí­ge­na. Por eso, hoy se ha­ce una di­vi­sión en­tre mes­ti­zo e in­dí­ge­na o in­dio. Pero te aclaro, que cuando yo utilizo los colores es solamente por una referencia al color de la piel, mas no, porque crea que hay razas, solo hay la raza humana con diferentes colores. El concepto de etnia o de raza, es otro concepto de la civilización creado por los antropólogos separatistas para seguir prolongando la superposición y la jerarquización.
Cuan­do el blan­co-mes­ti­zo se re­co­noz­ca co­mo in­dio, y el in­dí­ge­na-mes­ti­zo asi­mi­le ple­na­men­te al in­dio, en ese mo­men­to el In­dio se des­per­ta­rá en to­da su mag­ni­tud. Ese mo­men­to sig­ni­fi­ca­rá que el cam­bio de con­cien­cia se pro­du­jo y que se ha florecido a un es­ta­dio su­pe­rior. Ahí de­sa­pa­re­ce­rá la tram­pa de los co­lo­res: Kontixi nos pu­so ese jue­go, pa­ra ver quie­nes po­dían ver el al­ma y quie­nes solo el co­lor de la piel. Yo soy muy crí­ti­co con la ci­vi­li­za­ción blan­co-oc­ci­den­tal pe­ro no es­toy con­tra ella, pues hay mu­chas co­sas res­ca­ta­bles, es­pe­cial­men­te de la épo­ca de la Eu­ro­pa pre-católica, del romanticismo y del renacentismo; pe­ro en es­te tiem­po es ne­ce­sa­rio ser muy fron­tal con la po­lu­ción y la su­per­fi­cia­li­dad. Yo ad­mi­ro mu­cho la cul­tu­ra in­dí­ge­na de Amé­ri­ca, pe­ro igual soy de crí­ti­co con los pueblos ac­tua­les, pues en 500 años casi de­sa­pa­re­cie­ron y tie­nen que re­tor­nar a ser in­dios, pues tam­bién lo han ol­vi­da­do en su gran ma­yo­ría. Ellos han escondido to­do el co­no­ci­mien­to sa­gra­do de los In­kas, Tiwanakus, Shyris y de­ben despertarlo, que es lo que es­tán ha­cien­do los Yuyak los Ya­chak, los Yatiris, y todos los co­no­ce­do­res y guar­dia­nes de es­te co­no­ci­mien­to. Hoy la gran ma­yo­ría de in­dí­ge­nas-mestizos ame­ri­ca­nos quie­ren vol­ver­se ci­vi­li­za­dos y al­gu­nos eu­ro­peos quie­ren re­tor­nar a ser cul­tu­rales o naturales; esa es la pa­ra­do­ja que es­ta­mos vi­vien­do aho­ra. Pe­ro pron­to, los pue­blos del mun­do vol­ve­rán a re­cons­ti­tuir­se co­mo Se­res Sa­gra­dos o In­dios, pa­ra que se cum­pla a ple­ni­tud el Pa­cha­ku­ti o Cam­bio de Con­cien­cia, que ne­ce­si­ta la hu­ma­ni­dad pa­ra con­ti­nuar su pro­ce­so de trans­for­ma­ción y flo­re­ci­mien­to.”
Es­ta fue la ter­ce­ra par­te de las en­se­ñan­zas que re­ci­bí del Wakakué. Cier­ta vez, en que le agra­de­cía por sus en­se­ñan­zas, res­pon­dió que era él quien de­bía agra­de­cer­me ya que nues­tras con­ver­sa­cio­nes le per­mi­tían reor­de­nar y rea­fir­mar to­dos sus co­no­ci­mien­tos, ar­tes y ejer­ci­cios so­la­res.
“En rea­li­dad uno ha­bla y en­se­ña pa­ra sí mis­mo. No hay me­jor ma­ne­ra de apren­der que ha­cien­do el pa­pel de en­se­ñan­te; y, cuan­do tú me ha­ces pe­gun­tas, per­mi­tes que mi ser se ma­ni­fies­te y ex­pre­se, re­fres­can­do lo apren­di­do y eva­lúe mi pro­ce­so. In­clu­so sur­gen nue­vas chis­pas, mi sol des­pier­ta co­sas dor­mi­das. En ca­da ra­dia­ción el sol me en­vía nue­vos men­sa­jes y no siem­pre es­tá to­do de­co­di­fi­ca­do. En­ton­ces, los an­cia­nos de­be­mos agra­de­cer a los más jó­ve­nes por­que nos per­mi­ten reen­con­trar­nos, por­que po­de­mos mi­rar­nos en el opo­nen­te pa­ra bri­llar más, y así te­ne­mos la opor­tu­ni­dad de cla­ri­fi­car aún más, nues­tro ca­mi­no. Así, aquel que di­ce en­se­ñar se da cuen­ta cuán­to aún de­be apren­der, de­vie­ne más hu­mil­de y se pre­pa­ra me­jor. To­do es mu­tuo, re­cí­pro­co y opuesto complementario en la vi­da (Tawantin).
En rea­li­dad so­lo de­be­mos agra­de­cer a Kontixi, el Gran In­fi­ni­to que nos man­tie­ne vi­vos. Es me­jor que te guar­des las gra­cias, pues si lo ha­ces por do­quier, no has com­pren­di­do que eres igual a to­dos, y no tie­nes con­cien­cia de que no ne­ce­si­tas re­com­pen­sas ni re­co­no­ci­mien­tos, cuan­do eres un Sol que bri­lla por fue­go pro­pio. Por otro la­do, tam­bién sig­ni­fi­ca­ría que no vi­ves el ver­da­de­ro agra­de­ci­mien­to, que con­sis­te en de­vol­ver lo que has re­ci­bi­do. Si so­lo di­ces gra­cias y no lo re­tri­bu­yes, eres un fal­so agra­de­ce­dor. Si pien­sas que con esa pa­la­bra es su­fi­cien­te, eres un apro­ve­cha­dor que no sa­bes el jue­go de la re­ci­pro­ci­dad y de la com­ple­men­ta­rie­dad de la vi­da. En­ton­ces, es pre­fe­ri­ble que te guar­des las gra­cias que te res­tan bri­llo y apren­de a re­gre­sar lo que has re­ci­bi­do, lo que no sig­ni­fi­ca a la mis­ma per­so­na que te ha da­do al­go; y así acu­mu­las po­der so­lar pa­ra tu ca­mi­no per­so­nal. No te ol­vi­des de ser co­mo el Pa­dre Sol, un sol que bri­lla, res­plan­de­ce, des­lum­bra con su hu­mil­dad y sim­pli­ci­dad”.

*Datos del autor por K-Oz Editores

*Atawallpa Makarios Oviedo. Riobamba, 1961. En el “mundo oficial” tiene un Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales

En los 80 activó el taller de literatura Matapiojo en Quito, junto con Pablo Yépez, Marco Núñez, Paco Benavides, Diego Gortaire, Víctor Vallejo, Diego Velasco, entre otros, para luego fundar junto a otros artistas vinculados a la literatura, el teatro y las artes visuales: la Red Cultural Imaginar.

Su primera militancia estuvo orientada a la acción marxista leninista, mas a inicios de los 90 y coincidiendo con el primer levantamiento indígena, su encuentro con el yachag panzaleo Alberto Taxo, cambió radicalmente su manera de pensar e interpretar nuestra realidad. A partir de ahí, ha dedicado su vida al estudio y salvaguarda de la Cosmovisión Andina Ancestral y dentro de ello, a la medicina energética y espiritual.

Ha publicado dos libros de antipoesía, un ensayo sobre el graffiti poético de los 80 en Quito y tres libros sobre culturas ancestrales que han sido traducidos al francés: El Retorno del Hombre Rojo, Los Hijos de la Tierra, y Caminantes del Arcoirirs (www.tuwamari.com)

Desde el 2002, viaja todos los años por diferentes países de Europa, difundiendo a través de talleres, cursos y conferencias, la sabiduría y conocimiento de los pueblos andinos y americanos, así como imparte cursos en varias universidades en Ecuador. Su último libro: Caminantes del Arcoiris, recibió una Mención Artística en el Primer Concurso Mundial de Arte Indígena.
Tiene en preparación 2 nuevos libros: "La NASA, los Mayas y los Incas"; y Kontixi: Medicina Armonergética Inca.
Contacto: yuyarina@yahoo.es

SERIE ETNOLITERATURA

PACHAKUTI: EL GRAN SALTO


Del libro CAMINANTES DEL ARCOIRIS (Fragmento)
Por MAKARIOS ATAWALLPA OVIEDO
*








Shaman meditando, cultura Chorrera. Pacífico Ecuatorial




Ca­da una de las pa­la­bras del Wakakué lle­ga­ban hon­do a mi co­ra­zón, y a ve­ces me in­va­día una pro­fun­da tris­te­za al pen­sar en el con­quis­ta­dor es­pa­ñol que en su ig­no­ran­cia arra­só con to­das las cul­tu­ras sa­bias de Amé­ri­ca. Me pre­gun­ta­ba có­mo hoy se­ría la vi­da en Amé­ri­ca y el mun­do, si no las hu­bie­ran des­trui­do.


“Cuan­do lle­ga­ron los in­va­so­res ob­ser­va­ron nues­tros ac­tos de vi­da y no los en­ten­die­ron -res­pon­dió el Wakakué-. Es mas, no qui­sie­ron com­pren­der­lo, no se die­ron el tiem­po pa­ra pre­gun­tar y sim­ple­men­te les sen­ten­cia­ron: son sal­va­jes. No pu­die­ron va­lo­rar que era­n pue­blos ale­gres y fes­ti­vos, co­mo lo so­mos has­ta el día de hoy. Que en­ten­día­mos que la vi­da no es más, que un ac­to de elo­gio a la crea­ción y a ca­da ma­ni­fes­ta­ción de la vi­da en par­ti­cu­lar. Es­to no fue com­pren­di­do por el in­va­sor y la prue­ba es, que has­ta aho­ra tam­po­co. Pa­ra no­so­tros la vi­da no era ex­plo­tar oro y más oro, aca­bar con el oro ne­gro, el oro azul, el oro ver­de, el oro dul­ce de la Ma­dre Tie­rra. Por el con­tra­rio los con­quis­ta­do­res, co­mo ellos mis­mos así se au­to­de­fi­nían, es­ta­ban acon­di­cio­na­dos por la lu­ju­ria del oro y los tí­tu­los no­bi­lia­rios. Ca­da uno as­pi­ra­ba a en­ri­que­cer­se pa­ra com­prar un pues­to den­tro de la mo­nar­quía. Su sue­ño era sa­lir de la po­bre­za y mi­se­ria en la que vi­vía la Eu­ro­pa me­die­val.


Po­drán de­cir mu­chas co­sas de no­so­tros, pe­ro ja­más lo han di­cho ni creo que lo di­rán, que aquí hayan en­con­tra­do men­di­ci­dad, de­lin­cuen­cia, epi­de­mias, ham­bru­na que son el re­fle­jo de una so­cie­dad en des­com­po­si­ción. To­do lo con­tra­rio, aquí ha­bía abun­dan­cia y es por eso que pu­die­ron lle­var­se to­do ello pa­ra Eu­ro­pa: el oro, la pla­ta, los ce­rea­les, las le­gu­mi­no­sas, las fru­tas. So­lo pa­ra dar­te un ejem­plo, el maíz y la pa­pa sal­va­ron a la Eu­ro­pa del ham­bre pues eran pue­blos bá­si­ca­men­te car­ní­vo­ros. La ma­yo­ría de fru­tas que hoy co­mo el mun­do son pro­duc­to del in­ge­nio agrí­co­la de nues­tros in­ge­nie­ros y cien­tí­fi­cos. Sin ha­blar del oro y la pla­ta que les die­ron la ri­que­za que hoy os­ten­tan y que pre­su­men co­mo sig­no de de­sa­rro­llo y pro­gre­so.”


Ex­pli­có que to­do lo que se pro­du­cía se con­su­mía, y se lo ha­cía pre­me­di­ta­da­men­te de mo­do que no que­da­sen ex­ce­den­tes. Y cuan­do los ha­bían, eran des­ti­na­dos a las Ca­sas del Sol, de los an­cia­nos y ni­ños sin fa­mi­lia, y a los tam­bos o ca­sas de hos­pe­da­je que ha­bían en los dis­tin­tos ca­mi­nos del Ta­wan­tin­su­yo. De tal ma­ne­ra que to­do ca­mi­nan­te es­ta­ba apro­vi­sio­na­do de lo que ne­ce­si­ta­ba en su re­co­rri­do, tal co­mo lo ex­pli­ca­ba el cro­nis­ta Cie­za de León en su li­bro El Im­pe­rio Co­lec­ti­vis­ta de los In­cas. De es­ta ma­ne­ra, se ase­gu­ra­ban de que siem­pre es­tu­vie­se cir­cu­lan­do la vi­da, y no re­te­nién­do­la y es­cla­vi­zán­do­la con ca­da co­sa o per­so­na que se iba acu­mu­lan­do. Di­jo que has­ta aho­ra fun­cio­na­ba es­te prin­ci­pio en los An­des, cuan­do gas­ta­ban en fies­tas to­do lo que ha­bían tra­ba­ja­do en el año. Aun­que con la di­fe­ren­cia hoy en día, que por el sis­te­ma so­cial im­pe­ran­te es­ta prác­ti­ca no per­mi­tía se­guir man­te­nien­do el equi­li­brio fa­mi­liar y co­mu­ni­ta­rio, si­no la po­bre­za a la cual es­ta­ban su­mi­dos des­de ha­ce 5OO años, y sien­do ese el sal­do de la in­va­sión es­pa­ño­la.
“El mun­do oc­ci­den­tal to­da­vía no ha com­pren­di­do mu­chas co­sas, en el fon­do el mun­do to­da­vía no ha des­cu­bier­to Amé­ri­ca des­pués de 5 si­glos”.


Pu­so de ejem­plo, que cuan­do los ar­queó­lo­gos en­con­tra­ban tum­bas con di­fe­ren­tes ele­men­tos per­so­na­les, o acom­pa­ña­dos de otros se­res hu­ma­nos pa­ra ellos, es­tos ob­je­tos sig­ni­fi­ca­ban los uten­si­lios que iban a uti­li­zar en otras vi­das, y las per­so­nas eran sa­cri­fi­cios hu­ma­nos de quie­nes les iban a ser­vir en la otra vi­da. Di­jo que en pri­mer lu­gar en la con­cep­ción an­di­na, si bien el con­cep­to de muer­te no exis­tía, no sig­ni­fi­ca­ba que ha­bía otra for­ma de vi­da que pue­da lla­mar­se el pa­raí­so o el in­fier­no, o al­go pa­re­ci­do. Los ins­tru­men­tos en­te­rra­dos jun­to a la per­so­na, era to­do aque­llo que el in­di­vi­duo ha­bía pro­du­ci­do en su vi­da y que de­bían pe­re­cer o des­can­sar igual que su ha­ce­dor. No ha­bía el con­cep­to de he­ren­cia que im­pli­ca­ba la acu­mu­la­ción de ri­que­za o el pa­so a sus hi­jos o he­re­de­ros. De es­ta ma­ne­ra se ase­gu­ra­ban que la vi­da es­te re­ha­cién­do­se ca­da vez, con ca­da nue­va ge­ne­ra­ción.


“El manuscrito de Huarochiri, es el único documento escrito por los españoles, que recoge la propia versión de los habitantes andinos sobre su cosmovisión y forma de vida. Allí anotan que cuando moría un niño o una persona de características singulares, como reconocimiento a su condición, le momificaban y le enterraban en la cima de una montaña, en un lugar sagrado o cerca de su lugar de residencia. Era la manera, de resaltar y de convertir a alguien en un guía para los demás. Pe­ro pa­ra los ar­queó­lo­gos eran sa­cri­fi­cios hu­ma­nos, comparando y juzgando a como lo hacían en otras regiones. Todo han interpretado de acuerdo a sus códigos ancestrales, como ellos tenían reyes nuestros líderes eran reyes, como ellos hacían sacrificios humanos, de la misma manera las momificaciones sagradas de nuestros niños, para ellos eran sacrificios... Ya lo sa­be­mos, ca­da cual juz­ga se­gún su con­di­ción.






Brujo "volador" de las culturas del Pacífico ecuatorial



Así nos han in­ter­pre­ta­do en to­do, des­de las for­mas más an­to­ja­di­zas has­ta las más ri­dí­cu­las. Por­que su ma­ne­ra de acer­car­se a la rea­li­dad es a tra­vés de la in­ter­pre­ta­ción, lo cual es equi­vo­ca­do pues es sub­je­ti­vo e im­par­cial, es­tá vi­cia­do por los pre­jui­cios so­cia­les y cul­tu­ra­les del ob­ser­va­dor. So­lo a tra­vés de la ex­pe­rien­cia per­so­nal, de la ple­na vi­ven­cia e in­te­rio­ri­za­ción es po­si­ble acer­car­se a la rea­li­dad. No pue­des sa­ber al­go has­ta que lo ha­yas vi­vi­do ple­na y pro­fun­da­men­te por ti mis­mo, so­lo con el sen­ti­mien­to pro­pio pue­des te­ner con­cien­cia de su esen­cia. Pa­ra ello hay que desprenderse de creen­cias, teo­rías o pun­tos de vis­ta, pues mi­rar del ex­te­rior en ba­se a sus pro­pios va­lo­res y prin­ci­pios es juz­gar y va­lo­ri­zar; lo cual es arro­gan­te, ses­ga­do e im­po­si­ti­vo.



Así, los sectores de poder se han in­ven­ta­do las his­to­rias más in­fan­ti­les pa­ra ha­cer­nos pa­re­cer co­mo irra­cio­na­les y ru­di­men­ta­rios. To­do aque­llo que no res­pon­día a sus mo­de­los in­me­dia­ta­men­te era ca­ta­lo­ga­do de in­fe­rior y pues­to la eti­que­ta de pe­li­gro­so pa­ra la ci­vi­li­za­ción. Tal co­mo lo es has­ta el día de hoy, pues no ha cam­bia­do na­da, so­lo las for­mas. Si­guen juz­gan­do y ca­li­fi­can­do al mun­do en­te­ro se­gún sus prin­ci­pios, ellos han di­vi­di­do al mun­do en pri­me­ro, se­gun­do y ter­cer mun­do. Quién no es­ta de acuer­do sim­ple­men­te es ata­ca­do y so­juz­ga­do a nom­bre de su li­ber­tad y de su de­mo­cra­cia. Eso ha su­ce­di­do igual, ha­ce 100, 500 o 2000 años, en el fon­do no hay gran di­fe­ren­cia.


To­da nues­tra cul­tu­ra, nues­tros há­bi­tos, nues­tros mo­de­los de vi­da eran pa­ra la realeza: ina­de­cua­dos, de­sa­jus­ta­dos al tiem­po, pro­mis­cuos en su esen­cia. Y si­gue sien­do igual el re­cha­zo y el des­pre­cio, por eso nos lla­man des­pec­ti­va­men­te paí­ses len­tos, so­cie­da­des sub­de­sa­rro­lla­das, pue­blos ani­mis­tas, cul­tu­ras ele­men­ta­les. Es por eso que EEUU y los paí­ses eu­ro­peos han ce­rran­do sus fron­te­ras, ellos crea­ron es­te sis­te­ma y aho­ra tie­nen que arrin­co­nar­se, pa­ra no ser in­va­di­dos por la mi­se­ria y la po­bre­za en que de­ja­ron al mun­do. Nos con­vir­tie­ron en su pa­tio tra­se­ro pa­ra ex­po­liar to­dos los re­cur­sos na­tu­ra­les y aho­ra no quie­ren que sea­mos par­ti­ci­pes de su fes­tín. A nues­tras tie­rras pue­den lle­gar cuan­do quie­ran, pe­ro pa­ra lle­gar a sus tie­rras ne­ce­si­ta­mos de vi­sa. Y quién pue­de ob­te­ner una vi­sa?, so­lo los ri­cos, que pa­ra­dó­ji­ca­men­te son sus des­cen­dien­tes o sus subditos”.


In­clu­so en un mo­men­to el Wakakué fue más cla­ro y di­rec­to en sus apre­cia­cio­nes. Pa­ra él los pa­rá­me­tros eran di­fe­ren­tes, y se­ña­ló que en la vi­da ha­bían exis­ti­do y que sub­sis­tían has­ta el día de hoy, dos cla­ses de seres humanos: los sal­va­jes y los bár­ba­ros.


“Los sal­va­jes ca­za­mos a los ani­ma­les y los ma­ta­mos pi­dien­do per­mi­so a su es­pí­ri­tu; los bár­ba­ros crían ani­ma­les en cau­ti­ve­rio pa­ra ase­si­nar­los en los ma­ta­de­ros de re­ses. Los sal­va­jes pe­lea­mos en­tre no­so­tros en el ob­je­ti­vo de acu­mu­lar po­der per­so­nal; los bár­ba­ros pe­lean por un po­der ex­te­rior y su­per­fluo. Los pue­blos sal­va­jes ex­pan­den sus te­rri­to­rios pa­ra te­ner nue­vos gue­rre­ros del es­pí­ri­tu que en­fren­tar; los pue­blos bár­ba­ros con­quis­tan te­rri­to­rios por ex­plo­tar más la ri­que­za na­tu­ral y es­cla­vi­zar a sus miem­bros. Pe­ro hoy se di­ce y se es­cri­be to­do al re­vés. No­so­tros so­mos los bár­ba­ros, pri­mi­ti­vos, atra­sa­dos, in­ge­nuos... voy a de­mos­trar con un so­lo ejem­plo cual es la rea­li­dad. Di­ce la iglesia católica, que no­so­tros éra­mos idó­la­tras que ado­rá­ba­mos al sol, las mon­ta­ñas, las cas­ca­das... cuan­do en rea­li­dad es al re­vés, y lo son has­ta el día de hoy. En­tra a cual­quier igle­sia, mez­qui­ta o si­na­go­ga y ve­rás gen­te ado­ran­do a libros, pin­tu­ras, es­ta­tuas, cru­ci­fi­jos, imá­ge­nes, etc. Y por otro la­do, si­guen be­bien­do la san­gre co­mo lo ha­cían con la san­gre de sus ene­mi­gos de­rro­ta­dos, y hoy lo ha­cen con la san­gre de Je­sús. Al cual, co­mo lo re­co­no­cen ellos mis­mos, lo ma­ta­ron gente de sus mismos pueblos, co­mo lue­go hi­cie­ron con los Tem­pla­rios, con los Cá­ta­ros, y otros. Así has­ta nues­tros días en que ma­ta­ron a mi­les de ju­díos en la Ale­ma­nia Na­zi.







Líneas de fuerza atravesando el Ecuador: G Hancock



La prue­ba de ello, es que los her­ma­nos eu­ro­peos es­tán re­tor­nan­do a ser Hi­jos de la Luz, es­tán des­per­tan­do la cultura Cel­ta, y a los es­pí­ri­tus so­la­res de Apolo, Osiris, Horus, Lug, Mitra, Baco. Ellos es­tán muy cla­ros, de cuan­do sus an­ces­tros se per­die­ron en la mono­la­tría y cons­tru­ye­ron un sis­te­ma re­li­gio­so a cu­ya ca­be­za te­ne­mos hoy en día al Pa­pa, co­mo la más fiel ex­pre­sión del fa­na­tis­mo y del po­der in­qui­si­dor, que fun­cio­na so­la­pa­da­men­te has­ta nues­tros días. Tan es así, que en to­dos los paí­ses del nor­te de Eu­ro­pa las igle­sias es­tán com­ple­ta­men­te aban­do­na­das, so­lo en paí­ses co­mo Es­pa­ña o Por­tu­gal si­guen to­da­vía “ado­ran­do” al ce­men­to, al ye­so, a la ma­de­ra. Las re­li­giones sunnitas (católica, judía, islamista) no son ori­gi­na­rias de Eu­ro­pa, les fue im­pues­ta ha­ce 2.000 años por los romanos. Po­co a po­co es­tán re­na­cien­do los nue­vos drui­das, los nue­vos jesusia­nos, los nuevos esenios. Van des­per­tan­do maes­tros sa­bios co­mo Saint Ger­mán, Ser­gie de la Fe­rrie­re, Teil­hard de Char­din, Omraam Mikaël Aivanof ; y así, es­tán re­tor­nan­do los Hi­jos Luminosos en to­dos los rin­co­nes del pla­ne­ta. Es­tán com­pren­dien­do, que si el Pa­dre Sol es un ser lu­mi­no­so el hi­jo de­be for­mar­se co­mo un ser de luz. Si el sol es ca­lor, su pro­pó­si­to de vi­da es ser per­so­nas ca­lu­ro­sas, afec­tuo­sas, ama­bles. Si el sol re­par­te sus ra­yos en­tre to­dos por igual, sin me­dir ni cal­cu­lar quien se lo me­re­ce, los Hi­jos del Sol son ge­ne­ro­sos y hos­pi­ta­la­rios. Si el sol es vi­da, los pue­blos co-crean nue­vas for­mas de vi­da. Si el sol es ener­gía, se ali­men­tan de su in­for­ma­ción ge­né­ti­ca pa­ra te­ner lu­mi­nis­cen­cia y cla­ri­dad en su ac­cio­nar.”


-Pe­ro Wakakué, hay al­go que pue­de lle­var a con­fu­sión, pues us­ted no es in­dio si­no mas bien es un blan­co-mes­ti­zo. Su as­pec­to fí­si­co es muy oc­ci­den­tal.


“Cuan­do lle­gó Cris­tó­bal Co­lón a Amé­ri­ca se pro­du­jo un Pa­cha­ku­ti (cam­bio to­tal), que sig­ni­fi­có el sur­gi­mien­to de la cul­tu­ra In­dia o Ame­rin­dia, pa­ra di­fe­ren­ciar­la de la In­dia Asiá­ti­ca, y a don­de cre­yó ha­ber lle­ga­do el Al­mi­ran­te. La cul­tu­ra in­dí­ge­na de Amé­ri­ca pro­ce­dió a asi­mi­lar a la ci­vi­li­za­ción eu­ro­pea, y de cu­yo pro­ce­so han sur­gi­do los In­dios de Amé­ri­ca. Ya no exis­ten los in­dí­ge­nas ge­né­ti­ca­men­te ha­blan­do, so­lo exis­te la cul­tu­ra in­dí­ge­na, la cual se ha en­con­tra­do con la cul­tu­ra oc­ci­den­tal pa­ra pro­du­cir el hom­bre nue­vo de cuar­to ni­vel de con­cien­cia, que es el In­dio.
Por 500 años se aso­ció el tér­mi­no in­dí­ge­na con in­dio, el cual a la vez se trans­for­mó en un tér­mi­no pe­yo­ra­ti­vo y de­gra­dan­te. El ra­cis­mo de la realeza es­pa­ñola de­for­mó a la pa­la­bra in­dio, que en su for­ma iniciática sig­ni­fi­ca Den­tro de Dios. Co­mo no exis­te el azar, Co­lón sin sa­ber­lo pe­ro por guía de las fuer­zas del uni­di­ver­so complementario, nos bau­ti­zó co­mo In­dios. Lo cual es jus­to y pro­pio, pues la hu­ma­ni­dad de­be trans­for­mar­se en In­dios, es de­cir, en Es­pí­ri­tus Cós­mi­cos. Por aho­ra ya exis­ten los In­dios de Amé­ri­ca y de Asia, y así de­be­rá avan­zar to­da la hu­ma­ni­dad, has­ta que nue­va­men­te sea­mos hi­jos de la tie­rra y el sol, co­mo an­tes, pe­ro en un nue­vo es­ta­do de con­cien­cia y en una cul­tu­ra pla­ne­ta­ria de luz, respetuosa de las semejanzas y diferencias.


El in­dio o amerindio es la unión del in­dí­ge­na ro­jo ame­ri­ca­no y el in­dí­ge­na blan­co eu­ro­peo, pe­ro so­lo ha si­do acep­ta­do has­ta aho­ra por los in­dí­ge­nas ameri­ca­nos, pues el blan­co-mestizo ame­ri­ca­no lo nie­ga. Pe­ro cuan­do és­te se en­co­le­ri­za lo re­co­no­ce y co­mien­za a in­sul­tar a su ad­ver­sa­rio mestizo co­mo “in­dio de mier­da”, o cuan­do se vis­te de in­dí­ge­na en las fes­ti­vi­da­des cul­tu­ra­les, a tra­vés de las com­par­sas o de cier­tos es­pec­tá­cu­los tra­di­cio­na­les. El lla­ma­do mes­ti­zo, más se da cuen­ta que es in­dio, cuan­do sa­le a Eu­ro­pa y to­ma con­cien­cia de que no es blan­co y rei­vin­di­ca su par­te in­dí­ge­na. Se da cuen­ta que no es blan­co ni in­dí­ge­na y se lla­ma mes­ti­zo, pe­ro és­te es otro con­cep­to de­for­ma­do y ter­gi­ver­sa­do, pues lo mes­ti­zo es la anu­la­ción de lo in­dí­ge­na y la acep­ta­ción de lo blan­co. El con­cep­to de mes­ti­zo es un con­cep­to ex­clu­yen­te, que no va­lo­ri­za y res­pe­ta lo in­dí­ge­na. Por eso, hoy se ha­ce una di­vi­sión en­tre mes­ti­zo e in­dí­ge­na o in­dio. Pero te aclaro, que cuando yo utilizo los colores es solamente por una referencia al color de la piel, mas no, porque crea que hay razas, solo hay la raza humana con diferentes colores. El concepto de etnia o de raza, es otro concepto de la civilización creado por los antropólogos separatistas para seguir prolongando la superposición y la jerarquización.


Cuan­do el blan­co-mes­ti­zo se re­co­noz­ca co­mo in­dio, y el in­dí­ge­na-mes­ti­zo asi­mi­le ple­na­men­te al in­dio, en ese mo­men­to el In­dio se des­per­ta­rá en to­da su mag­ni­tud. Ese mo­men­to sig­ni­fi­ca­rá que el cam­bio de con­cien­cia se pro­du­jo y que se ha florecido a un es­ta­dio su­pe­rior. Ahí de­sa­pa­re­ce­rá la tram­pa de los co­lo­res: Kontixi nos pu­so ese jue­go, pa­ra ver quie­nes po­dían ver el al­ma y quie­nes solo el co­lor de la piel. Yo soy muy crí­ti­co con la ci­vi­li­za­ción blan­co-oc­ci­den­tal pe­ro no es­toy con­tra ella, pues hay mu­chas co­sas res­ca­ta­bles, es­pe­cial­men­te de la épo­ca de la Eu­ro­pa pre-católica, del romanticismo y del renacentismo; pe­ro en es­te tiem­po es ne­ce­sa­rio ser muy fron­tal con la po­lu­ción y la su­per­fi­cia­li­dad. Yo ad­mi­ro mu­cho la cul­tu­ra in­dí­ge­na de Amé­ri­ca, pe­ro igual soy de crí­ti­co con los pueblos ac­tua­les, pues en 500 años casi de­sa­pa­re­cie­ron y tie­nen que re­tor­nar a ser in­dios, pues tam­bién lo han ol­vi­da­do en su gran ma­yo­ría. Ellos han escondido to­do el co­no­ci­mien­to sa­gra­do de los In­kas, Tiwanakus, Shyris y de­ben despertarlo, que es lo que es­tán ha­cien­do los Yuyak los Ya­chak, los Yatiris, y todos los co­no­ce­do­res y guar­dia­nes de es­te co­no­ci­mien­to. Hoy la gran ma­yo­ría de in­dí­ge­nas-mestizos ame­ri­ca­nos quie­ren vol­ver­se ci­vi­li­za­dos y al­gu­nos eu­ro­peos quie­ren re­tor­nar a ser cul­tu­rales o naturales; esa es la pa­ra­do­ja que es­ta­mos vi­vien­do aho­ra. Pe­ro pron­to, los pue­blos del mun­do vol­ve­rán a re­cons­ti­tuir­se co­mo Se­res Sa­gra­dos o In­dios, pa­ra que se cum­pla a ple­ni­tud el Pa­cha­ku­ti o Cam­bio de Con­cien­cia, que ne­ce­si­ta la hu­ma­ni­dad pa­ra con­ti­nuar su pro­ce­so de trans­for­ma­ción y flo­re­ci­mien­to.”


Es­ta fue la ter­ce­ra par­te de las en­se­ñan­zas que re­ci­bí del Wakakué. Cier­ta vez, en que le agra­de­cía por sus en­se­ñan­zas, res­pon­dió que era él quien de­bía agra­de­cer­me ya que nues­tras con­ver­sa­cio­nes le per­mi­tían reor­de­nar y rea­fir­mar to­dos sus co­no­ci­mien­tos, ar­tes y ejer­ci­cios so­la­res.
“En rea­li­dad uno ha­bla y en­se­ña pa­ra sí mis­mo. No hay me­jor ma­ne­ra de apren­der que ha­cien­do el pa­pel de en­se­ñan­te; y, cuan­do tú me ha­ces pe­gun­tas, per­mi­tes que mi ser se ma­ni­fies­te y ex­pre­se, re­fres­can­do lo apren­di­do y eva­lúe mi pro­ce­so. In­clu­so sur­gen nue­vas chis­pas, mi sol des­pier­ta co­sas dor­mi­das. En ca­da ra­dia­ción el sol me en­vía nue­vos men­sa­jes y no siem­pre es­tá to­do de­co­di­fi­ca­do. En­ton­ces, los an­cia­nos de­be­mos agra­de­cer a los más jó­ve­nes por­que nos per­mi­ten reen­con­trar­nos, por­que po­de­mos mi­rar­nos en el opo­nen­te pa­ra bri­llar más, y así te­ne­mos la opor­tu­ni­dad de cla­ri­fi­car aún más, nues­tro ca­mi­no. Así, aquel que di­ce en­se­ñar se da cuen­ta cuán­to aún de­be apren­der, de­vie­ne más hu­mil­de y se pre­pa­ra me­jor. To­do es mu­tuo, re­cí­pro­co y opuesto complementario en la vi­da (Tawantin).


En rea­li­dad so­lo de­be­mos agra­de­cer a Kontixi, el Gran In­fi­ni­to que nos man­tie­ne vi­vos. Es me­jor que te guar­des las gra­cias, pues si lo ha­ces por do­quier, no has com­pren­di­do que eres igual a to­dos, y no tie­nes con­cien­cia de que no ne­ce­si­tas re­com­pen­sas ni re­co­no­ci­mien­tos, cuan­do eres un Sol que bri­lla por fue­go pro­pio. Por otro la­do, tam­bién sig­ni­fi­ca­ría que no vi­ves el ver­da­de­ro agra­de­ci­mien­to, que con­sis­te en de­vol­ver lo que has re­ci­bi­do. Si so­lo di­ces gra­cias y no lo re­tri­bu­yes, eres un fal­so agra­de­ce­dor. Si pien­sas que con esa pa­la­bra es su­fi­cien­te, eres un apro­ve­cha­dor que no sa­bes el jue­go de la re­ci­pro­ci­dad y de la com­ple­men­ta­rie­dad de la vi­da. En­ton­ces, es pre­fe­ri­ble que te guar­des las gra­cias que te res­tan bri­llo y apren­de a re­gre­sar lo que has re­ci­bi­do, lo que no sig­ni­fi­ca a la mis­ma per­so­na que te ha da­do al­go; y así acu­mu­las po­der so­lar pa­ra tu ca­mi­no per­so­nal. No te ol­vi­des de ser co­mo el Pa­dre Sol, un sol que bri­lla, res­plan­de­ce, des­lum­bra con su hu­mil­dad y sim­pli­ci­dad”.


Imagen del grupo Imaginar en los 90: Pedro Herrera, Elsie Santillàn,Bolivar Flores, Efrain Espinoza, Gladys Azocar, Makarios Atawallpa Oviedo y Fabián Vallejos

NOTICIAS DEL AUTOR POR LOS EDITORES


*Atawallpa Makarios Oviedo. Riobamba, 1961. En el “mundo oficial” tiene un Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales

En los 80 activó el taller de literatura Matapiojo en Quito, junto con Pablo Yépez, Marco Núñez, Paco Benavides, Diego Gortaire, Víctor Vallejo, Diego Velasco, entre otros, para luego fundar junto a otros artistas vinculados a la literatura, el teatro y las artes visuales: la Red Cultural Imaginar.

Su primera militancia estuvo orientada a la acción marxista leninista, mas a inicios de los 90 y coincidiendo con el primer levantamiento indígena, su encuentro con el yachag panzaleo Alberto Taxo, cambió radicalmente su manera de pensar e interpretar nuestra realidad. A partir de ahí, ha dedicado su vida al estudio y salvaguarda de la Cosmovisión Andina Ancestral y dentro de ello, a la medicina energética y espiritual.

Ha publicado dos libros de antipoesía, un ensayo sobre el graffiti poético de los 80 en Quito y tres libros sobre culturas ancestrales que han sido traducidos al francés: El Retorno del Hombre Rojo, Los Hijos de la Tierra, y Caminantes del Arcoirirs (www.tuwamari.com)

Desde el 2002, viaja todos los años por diferentes países de Europa, difundiendo a través de talleres, cursos y conferencias, la sabiduría y conocimiento de los pueblos andinos y americanos, así como imparte cursos en varias universidades en Ecuador. Su último libro: Caminantes del Arcoiris, recibió una Mención Artística en el Primer Concurso Mundial de Arte Indígena.
Tiene en preparación 2 nuevos libros: "La NASA, los Mayas y los Incas"; y Kontixi: Medicina Armonergética Inca.



Contacto: yuyarina@yahoo.es