mardi 23 juin 2009

DEMOLICIÓN EN MOVIMIENTO (RELOADED 2)


“Mirando brotar de las orugas simples mariposas”…
o, palabras necesarias para leer
AHI LOS VIDRIOS,
selección poética de Alfredo Pérez Bermúdez,
querido “perro ebrio” que hoy busca,
nuevos y solares senderos...

AHÍ
LOS VIDRIOS,
selección poética 1982-1998 (K-Oz Editorial, 2009),
inicia con unos pocos textos de su primer libro INICIALES (1982), cuyas hojas mimeografiadas fueron echadas a volar a manera de avioncitos poéticos entre los funámbulos artistas del tradicional barrio Las Casas, allá a finales de los 70, hoy descabezado por la autopista occidental; poemas compartidos entre amigos de la bebida, de la poesía maldita, de las barbas de Marx, de la ganga de Bob Marley y de la danza; por ello, no han sido reconstituidos por el autor, sino a través de húmedos papeles amarillos y débiles colillas de memoria:

“Las horas transcurren/como pétalos transparentes e invencibles/ …Los nocturnos compañeros de la soledad rehúsan a escapar de sus celda de / amapolas/…La música de la oscuridad/ lira moribunda”, dice el inexperto poeta y confiesa en voz alta su afán de integrarse a los cánticos de Rugama, Borges, Cardenal, Roque Dalton que llegan al país desde una convulsionada Centroamérica: “ en mi adentro/flotan campanas/que evocan con su boca de bronce/los embrujos de mi propio sonido de gigante”…/Bárbaras criaturas/ sobre mis bábicos tejidos/ La lenta lánguida médula/de una muértela tristela”…

El ilusionado poeta de la juventud comunista, aprendiz de danza y admirador de las puertas neuróticas de Jim Morrison, tanto como de las frescas canciones de Patricio Mans y Alfredo Zitarroza, ensaya neologismos, danzando sobre las palabras, como queriendo jugar con los sonidos que le traen los vientos nuevos que llegan desde El Salvador y Nicaragua: “Sobre su cuerpo la música de todas las partes/…La dramática aventura de la palabrala”… ¿o quizás de la palabra la ?…

***


PARA ENCANTAR ESTA MUERTE, (1992) inaugura la etapa de oficio y de conciencia poética -antes que política - de su autor, que se interpela sobre su misión preguntándose qué es un poeta ?...“un marica que escribe sobre la espuma/ o un soberbio que desprecia/la leche toda de su mami / tan buena protectora/de quien concibe la virtud del vicio/la manera de jugarse la ruleta rusa/ antes que le atraviese el plomo”…

Han terminado los 80 y el poeta ha visto esfumarse a Marco Núñez Duque, Gustavo Garzón y a tantos otros… y sabe muy bien responder a pregunta tan poco solemne: ¿Qué es un poeta?/sino un helicóptero/ al que algunos imbéciles insecticidan”...En especial sabe que adentrarse en la literatura, es también internarse en un laberinto del que muchos ya no volverán ilesos:

“De manera que he dado en el lugar/exacto/donde habían decidido /mi última y definitiva muerte”…

Pero también el poeta se indaga sobre la identidad, aquel animalito escurridizo que nos ronda y picotea desde la escuela, primero como un fantasma patriotero, heredero de los viejos himnos militares de generales y brigadieres de antiguas e imaginarias tiwintzas pero sobretodo como tabla de supervivencia, puesto que para saber a dónde ir, el poeta primero quisiera saber de dónde vino:

“Antes de ser ecuatoriano/ fui concebido en la imaginación/ de una madre furtiva/ quizás era un tubo de ensayo / por medio del cual/ debí ser un osado astronauta/ para traer los anillos de sourt a la tierra/ con los que permaneceríamos unidos/ toda la vida”¡qué aburrida! la muerte también”

Y quizás más allá del “poeta como héroe” o como víctima, Alfredo Pérez asume lo inútil del oficio y su fugacidad en una época antilírica, mercantil y nada heroica, cuando las viejas utopías han sido derrumbadas y la gran mayoría de ex poetas y revolucionarios de cafetín y ratitas de barco, buscan una nueva justificación para su cómoda existencia:

“No hay razón para escribir/estos injustos versos/versados en la nada/sólo sé que he mirado al cielo/y apenas he alcanzado a tocar/el timbre de tu casa/Nadie ha contestado”…

“Dirás porque me viste/ en la peor de las cantinas/que soy un vulgar borracho que entre viejos alcohólicos/y drogadictos/estuve oliendo a demonios/como si los demonios olieran a eso/Comentarás el dato raro/ en el círculo de amigos tan bonitos/ de quienes ya me cansé”

Entonces el poeta se hunde también en los vericuetos alucinados de la ensoñación de Castaneda, de las nuevas sicodelias y de la casi muerte: “El amor es mi adicción”, -dice- y nos describe sus pesadillas:

“Hormigantes pisadas /como pumas negros/ que en estampida de perturbación abandonaron las batallas/ botan tóxicos”… “desde un montículo de/inservibles tarros/ una petrificada y oscura voz / farfulla: / bienaventurados los borrachos/porque sólo ellos ven a Dios... dos veces”.



CRUZADO y SIN CRUZ, crucificado en su gólgota urbano el poeta curiosos y metropolitano del Quito noventero, otra vez sin sueños ni utopías “municipal y espeso” como lo describiera el decapitado de inicios del siglo XX pero ahora a fin de siglo; destrozando su espuria humanidad en miles de vidrios dispersos en las veredas del centro colonial, en la falaz gringolandia o en el serpenteante Guápulo, reducto de bohemios, poetas, músicos, aprendices de shamanes, “bridgeros”, peyoteros mexicas y charlatanes de toda laya, de ahí que podamos comprender el sentido polisémico de titular su selección poética: AHÍ LOS VIDRIOS:

“AÑICOS

Hay que estar/ alucinado /para ver un poema/ en un conductor de moto/ a alta velocidad estrellándose/ contra un muro”...“Fui cayendo como una hormiga/en un océano de aire /o más bien dicho/de compuestos químicos…

Fue toda una experiencia/ Quisiera detallarte en lo más mínimo/pero estoy algo confuso/ porque bruscamente desperté / con tu peluca en los brazos”…

Quizás por ello la conciencia vital del poeta actual que conocemos, sea el reconocer en su pasado haber tocado el límite, haber chocado contra el muro de la propia lógica social, de su propia conciencia de supervivencia;

“Que cómo estoy ?/ ya verán/ aquí /hipotecando el cuerpo/ vendiendo mi alma al diablo/ saciando la sed de todas luces/ caminando las plazas del teatro/ día y noche/ rescatando huérfanas/ metáforas/ alumbrándome / desde hace siglos con la bronca de dios”.



En PERRO EBRIO (1998), el poeta se transforma en can, habla con boca de espuma, es un perro de filudos caninos, que deambula sin norte por calles, plazas y avenidas; mas no el miedoso "perro de rico" y de pedigrí; es el mismísimo poeta urbano, que buscando un hueso o un pan en el asfalto se pregunta: “¿de qué sabor será ese dinosaurio ?”

Es el perro emputado y emputecido, perro cínico, perro asesino en potencia, el que somos todos (y “todas” diría alguien con conciencia de género) cuando nos vemos cotidianos y sin maquillaje. Es el perro poeta borracho que asalta versos y esquinas robando a los sátiros, se mete en lupanares y hace el amor con deliciosas perras nocturnas. Es el mismo perro poético de Jacques Prevert en "le chien á la mandoline", o el mismísimo “perro tocando la lira” del Euler Granda tzántzico.

Y no nos asusta este perro borracho, porque sea como nos dice el mismo autor: un "fantasma exquisito complicándolo todo", nos asusta por sus ladridos, por sus mordidas en el ojo bizco de nuestra moderna hipocresía y, peor aún, porque no parece tener ningún interés en ser reconocido por La Realísima Academia Ecuatoriana de la Lengua, peor aún por La Sociedad Protectora de Animales.

En continuidad con su poesía fabricada en los 70 y 80, aquella de escepticismo social, de crítica mordaz, sarcástica y sin utopías, el poeta de los noventa ahora se limita a sintonizar con su olfato el basurero que olemos a diario, y aunque pareciera desinteresarse de lo que va más allá de su pelaje, en su canina poética subsiste la crítica social no como una evasión, ni tan siquiera como un alegato, ni como una búsqueda erótica, espiritual o existencial ( otras vertientes en la poesía ecuatoriana de fin de siglo XX) sino más bien como un solitario aullido a la luna, como un ladrido sin eco en los muros de la noche...

En estos textos el perro hablante asume la primera persona,- que no corresponde al poeta-, sino al yo perro ebrio y voz poética que nace, crece y desencarna, en un mundo donde no hay resurrección a la vista, ni futuro, ni salida posible, pero siempre habrá algo inconcluso moviéndonos la cola. Sucede que el poeta perro ebrio, ya no se atreve a ser anunciador de paraísos sociales y democracias al uso y abuso y, con su olfato de diez leguas a la redonda, es el único que se resiste a llevar escafandra, ante la corrupta pestilencia que paulatinamente nos invade:

" abro mi ventana / para que el viento de la nuit / refresque mi comunista y sufrida cabeza" , nos dice y se muestra convencido de que " amar es como matar a una mujer", el poeta ebrio, perro maldito, salteador insomne de “fast foods”, paria incomprendido, deambula lunático entre gays, discotecas, boutiques y otros perros decentes ladrando :

" ! ah ! estás intrépidas gentes químicas / no comprenden el perfume / ni el agua"…todo aquello mientras, un “dios vocifera en los televisores…es un caníbal / que atiza el fuego en los lupanares".

Entonces, el poeta perro se desata de collares y arriba a su madurez poética y "libre como un paria", con " la cara magullada de tanto limpiarse y parecer decente", solo le queda la angustia terrestre, tirarse de los pelos y auto-expulsarse del paraíso, para luego despellejarse, porque en el futuro ya no hay esperanza...

En derredor de perro ebrio "tornan devotas víboras / a depositar sus huevos en las bocas ", y granizan ángeles prófugos como una " llovizna en la oscuridad"; son ángeles caídos a las alcantarillas desde el limbo de la modernidad global, aquellos seres que no quieren permanecer sin Dios, eternos y perfectos, que mueren por bajar a la tierra a divertirse un poco: "Señor no quiero que te caigas y me dejes solo / aquí / arriba señor / en esta ciénega azul"...

Porque el poeta perro, aunque ebrio, al igual que los niños y los locos, aún intuye las nociones del bien y del mal, pero a diferencia del autonombrado " poeta social " de otras épocas, no busca, ni propone ningún Edén, ninguna pócima milagrosa para cuando llegue el 2007...

"Asumo el viento que se cuela por mis muchas narices"...nos dice el poeta can, a quien no le corresponde dar sermones, ni rezar cuatro avemarías a la virgen de las lajas; solo le cabe golpear, aullar, rasguñar, tañer las campanas del basurero, hociquear rabioso aullando a la luna, a ese satélite luminoso que es pista de alunizaje para otros ángeles tan prófugos del paraíso y tan cuadrúpedos como él.

Y el perro neurótico que vagabundea sarnoso y tan campante y que a muchos apesta, quisiera lanzarse a las ruedas del trole quiteño, dedicándonos su último estertor y estirar la pata: ..." yo jean boxer siento la necesidad del infinito:acaricio con dulzura esta arma plateada que no puedo"..."desgarbado e incongruente / me debato entre las aspas de la modorra / tengo un incurable alucinógeno en cada pestaña"..." yo no tengo diez dedos en cada brazo con los que pueda suicidarme”...."hurgo el puñal ajeno que el creador ha puesto entre mis manos mientras la humanidad / gastronómicamente enferma vocifera / viva la infamia / viva el delito / abajo el amor del cerdo / y que me lo sirvan como un tomate"...


El perro-poeta crucificado en la encrucijada de siglo, el perro peatonal atrapado por el consumismo y ya no por el dinosaurio comunismo; el poeta-perro sin veterinario al alcance, se interpela, se cuestiona, se “problematiza”, en aquella realidad pretendidamente "sobria", globalizante e inhumana en donde asiste “al fin de la Historia”:

"No quiero ser analizado / No soy una taza de café / No estoy impreso en una camiseta"…"me brotan mariposas de las axilas / me zumba un moscardón / en el hueco de la cabeza ... / incrédulo me palpo el rostro "..." soy un sobreviviente de Auswitchz / tengo pezuñas de cerdo”

Espeluznante, se interroga sobre el sentido de la existencia en medio de los estragos de su propia borrachera y como cualquier perro solitario, sabe que puede terminar atropellado o envenenado en cualquier esquina:

…"¿y si me sucediera esta noche para siempre la felicidad ?...", entonces el perro poeta se lame la herida y se alienta a sí mismo, y aunque solitario, huérfano y desarraigado, aún indaga por su padre y por su madre, es decir por algún hogar y, escarbando su último hueso entre los escombros, recurre a recurre a la hamaca de su abuela para mirar “brotar de las orugas simples mariposas”; así, reconociéndose como un ser perruno, vivo y vulnerable buscará otra vez nuevas infancias :

"Tengo miedo padre / de no haber nacido aún / del vientre de tu esposa: mas / hoy que cumplo 33 años / en la caparazón de mis cobijas / me masturbo y lloro..."




***

En el último libro de esta selección AHÍ LOS VIDRIOS (2007), que confiere precisamente el título general al volumen, la ciudad con su universo multidiverso aparece como el ruidoso escenario en el deambular del poeta, que se despide de una etapa subjetiva de su vida y de su creación:

“La ciudad es una opera espontánea, disléxica, anacrónica, dirigida por el diablo que agita la batuta de su cola… ríe y goza haciéndonos cómplices de sus partituras” , el poeta se abre ahora al gentío y a la gente que “es una fiesta en algarabía contaminada de polución y nervios”; todo esto ocurre en una época antilírica y antiheroica para el hombre, para el mundo y también para la literatura, cuando “La historia ha depositado sus infelices huevos en las piedras sempiternas de la urbe que tiene la firma arquitectónica del analecta”...

Es fin de siglo, en aquella infeliz y numerosa ciudad perdida de sí misma, donde el poeta y la voz poética, el observador–creador, el loco-lúcido y desorientado vate, deambulan simultáneos y paranoicos… “sin saber/ a qué lado del escenario he estado”, en donde la muchedumbre sin lumbre, es la actriz colectiva del libro abierto de la ciudad, esa selva inhóspita de neón y grisáceo cemento que el poeta registra de manera insólita :“La muchedumbre atraviesa los escenarios como un gran renacuajo saltando en sus monumentales cuatro patas”…

Y en medio de aquella ciudad postmoderna es ahora el tiempo, el nuevo dios impenitente e insufrible, que se desploma como sol canicular sobre seres de “carne y piedra”; es el tiempo sucesión de sonidos y de horas, sucesión de luces y de palabras, babel de tiempos gramaticales que el poeta escucha a la diestra y siniestra del padre: “siempre en ese maldito tiempo gramatical, bajo la misma inflexión en que la gente vive anegada en el mar imperceptible y sin embargo macroscópico del vulgar lenguaje”…“Pero el reloj sigue su implacable marcha, en su horario y en este espacio fundido en el dintel del tiempo”…“sólo caben pretéritos o futuros imperfectos”...



Y es el tiempo urgente, la sola divinidad del tiempo es oro y ahora dólar, deshaciéndose fugaz en pedazos de hierro y serpientes de lata que desfogan vapores de un fétido incienso, lugar intemporal donde “El trole se detiene. Como un grosero gusano abre sus pestañas y excreta una masa lóbrega que cae a la estación y se dispersa. Inmediatamente se enlata engullendo toda vestimenta”…

Y es también allí la soledad, la única compañera omnipresente del poeta en su serpenteante y larga travesía urbana:

“Yo soy la carne devorada que anda sobre
/los pies de la soledad
como un hombre con el semblante
/elevado y radiante
sobre la tierra”.

…………………

“La soledad cabe en el ojal de la aguja del
/universo
con la que está clavada la mariposa
cuyo aletear produce la tormenta que hoy se desata en mi corazón
mientras las serpientes se sirven
de la leche de mis senos
para alimentar a los orfeos que crecen en
/sus vientres.”

Sí, la ciudad contemporánea parece tragarnos, echar fuegos contaminados y al fin va a terminar tragando también al poeta terrestre y meditabundo que ya no puede echar vuelo como antes, pues ha perdido como las aves domésticas, su capacidad de volar, solo: “Los jilgueros urbanos y las palomas realizan sus últimos vuelos, son aviones que a esa hora aterrizan en sus aeropuertos, dejando libre el espacio al enorme pájaro de la noche.”

Sin embargo, hay otros seres e insectos, otras aves y gentes, que echan vuelo y se evaden de otras formas en la oscuridad: “Oh misteriosos voltios que brillan/ en el rimmel oscuro de la ciudad/ luciérnagas que embellecen el cementerio/ de los edificios en este agosto a media noche”… “Algo en las tinieblas se mueve por dentro:/es la carne de los niños drogadictos que /brillan con luz propia /y me ciegan de blancura /aún cubiertos con cartones y periódicos.”

En medio de aquel paisaje lóbrego, el poeta es solo instrumentista de un solo de soledad, un solitario más entre la gente, tocando su solo de saxo, sin eco ni respuesta posible, sin ningún toquecito en la espalda de todos aquellos innumerables otros seres que circulan vertigionosos a su lado:

“Paso a paso, en su mediocre ebriedad, el poeta ignorado se pierde en el sendero conocido; la noche con su frío aliento le zumba en los oídos, lo besa”...pues “A estas gentes químicas un pepino que les importa mi búsqueda. ¿Qué diría si alguien me preguntara? acaso que todo es alusión, seña secreta; que en esta ciudad de los ecos todo nos hace signos y todo se calla y se oculta.”


En el CANTAR DEL REY CENIZA, uno de los más bellos textos de todo el libro, el poeta parece vencido frente al mundo lluvioso, nada sensible e inclemente que lo rodea, parece fabricar su propio epitafio de vocales y escribir no con pluma fuente, sí con garfios de hielo, su ansiado testamento:

“Era yo un caballo bajo las patas de la lluvia / que desbocada tiraba de mis crines / barranco a barranco / Sin que nadie lo supierami relincho atravesó el asfalto/ y en cada casco me herían con sus ojos los tristes…La proyección urbana de lo oscuro/me había lanzado en dirección opuesta/ a los radares/y me hallé solo/ esperando el regreso de mi sombra/para que me circundara el pie/hasta alcanzar mis ojos/ en cuyo iris habíase embadurnado la luz/ y la melancólica leche de los dioses”…

El fin de una etapa suicida y asesina en la poética de Alfredo Pérez Bermúdez se aproxima y el poeta, cavando en su propio camposanto (que más tiene de campo maldito), anticipará su rechazo al irremediable tanatos:

“Ángeles zarrapastrosos/en su verde oliva /arrastrando sus atuendos infantiles/ Entran /en mi cámara mortuoria /como Pedro a su casa/ Me levanto, los conjuro /y escupo.” Porque el poeta no parece tener ganas de despedirse pronto hacia otras dunas solitarias, ni cree en profetas, ni en dioses ambientales que van a llegar a salvarnos:

“El hueco de ozono es el vacío/ por donde se va ¡a las catacumbas /abdominales del creador” y mientras: “Los peces del diluvio caen /sobre las cabezas de los transeúntes Soy la única bestia humana / que se deleita poniendo el corazón al / fuego y baila en su sepulcro/ mientras llueve / Uno de los animales ha de embarcarme hacia/ el crepúsculo para el naufragio y ya en él/ me arrojará/ mis muertos definitivos.”

Pero se advierte al final de esta estadía poética en el infierno como hubiese soñado Rimbaud, que el poeta anuncia, otro tiempo esperanzador; la llegada de su hija Camila Anahí y el arribo también de serafines que le anuncian otros posibles cielos y de otros territorios celestes que lo harán devenir padre; el tiempo luminoso de los serafines, que a manera de información a los escépticos, aún existen y que con palabras del poeta dejamos constancia.


“LOS SERAFINES

a Camila Anahí

El fin de semana hay niños que juegan
construyendo castillos de barro
con el cielo de la tierra
o trepando al único árbol del patio
a tumbar limones
o correr los pollos que tan tiernos compró
/madre
para que no se desplome la columna de la
/casa
o lo que es lo mismo que padre se
/recupere de la trombosis
viendo revolotear
los pajaritos de tres generaciones

- Hazme caballito papi...
dice la de dos años
y trepándose al lomo
me desprende la corona de espinas
para que por toda la casa la corretee
hasta que me rompa la dorsal
y aun así me pide que no pare y la
/complazco
porque extenuados nos desbocamos
con ternura de ángeles sudados-

En mi casa hay niños que despliegan alas
y se confunden con serafines
que abuela decía existen
y en verdad
existen”.


Así, el asombro infantil, la vida y la ternura, podrán dar a luz en el poeta a un nuevo serafín que sobreviva en medio de tanto escombro, el tiempo ha pasado vertiginoso y cuando el siglo XXI ha comenzado a disolver las hojas de sus primeros años el poeta reflexiona: “Cuando las palabras se me ofrecieron /como en una tinaja /llena de frutas de oro/envejecí /como un niño prematuro”.

Iniciará entonces la búsqueda de un nuevo cielo posible y en medio de la perdida y otra vez recobrada poesía, buscará renacer de las cenizas de fin de siglo y de sus ebrios y de sus dementes actores milenaristas; habrá que esperar mucho más de Pérez Bermúdez y en especial, una vital e incesante búsqueda de nuevos senderos que le hagan desembocar en las nuevas y luminosas poéticas del libro que el autor no ha querido aquí incluir, pero que tenemos la fortuna de conocer “Bajo el umbral de la mariposa”.

“Nosotros /que vaciamos el vino/terminamos bebiéndonos la sangre”-sentencia para la generación de fin de siglo Pérez Bermúdez -casi al terminar AHÍ LOS VIDRIOS-; sin embargo agregaríamos, siempre esperanzados en el oráculo de sus propias palabras:

“En mi corazón arde el verano
Un verano de altura y de águilas.”


Diego Velasco Andrade
Junio 2009

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