jeudi 2 juillet 2009

DEMOLICIÓN EN MOVIMIENTO (reloaded 3)


EL “PINTORETTO”

UN POETA IRREVERENTE
de KI TO


Por Darío Ramos

Cuando pienso en Azur pintoretto de black stone, viene a mi memoria la figura del hombre vestido de sacerdote, el de la barba y la boina calada, o el del traje de matón de los años 20’s, el poeta irreverente y claro, el artista pintor, el actor y mimo, en fin, un artista multidisciplinario, pero por sobre todo, el revolucionario rodeado de niños, con la mirada perdida en la sombra, a la escucha del canto sideral, esa imagen legendaria del azur pintoretto de black stone, se impone a través de los años, el apareció en los 90’s y ahora es una sombra del pasado, del siglo de ayer, que algunos viandantes de Quito, aún recuerdan.

Darío Ramos nació en Quito en el año de 1968. Año de la revolución de las flores y de profundas transformaciones ideológicas. Como muchos de su generación estaba encaminado hacia la irreverencia social y al enfrentamiento con falsas estructuras morales. Su niñez y adolescencia transcurrió en el tradicional barrio de Chimbacalle. Quito era en ese entonces una ciudad serrana, rodeada de quebradas, bosques de eucaliptos y potreros. Desde niño sus ojos atisbaban el mundo con mucha curiosidad que asombraba a unos y espantaba a otros y claro, era motivo de burla para otros tantos.



Este poeta - pintor vivió cerca de la estación de ferrocarril de Chimbacalle,
donde el tren aún lucha por seguir llegando con su pito los domingos, diariamente contemplo la llegada de los trenes, el agitado movimiento de pasajeros, comerciantes, indígenas que venían a trabajar en tareas poco apetecidas, muchachos que llegaban a cumplir la conscripción militar, cargados de unas enormes maletas de madera llenas de objetos personales, provincianos que llegaban a visitar a sus parientes de la capital. El niño solitario que era Darío, jugaba en los andenes y vagones del tren. Un día, siendo aún muy pequeño, su madre lo envío a la ciudad de Ambato con su abuelo materno, fue su primer viaje en tren. En Ambato, tenia un tío abuelo muy querido, quien poseía una buena biblioteca, allí tuvo su primera relación absorta y contemplativa
con los libros.

Años después fue separado de varias escuelas de Quito por su temperamento rebelde e inquieto, él continúo sus estudios en el Colegio Juan Montalvo, allí pudo en hora buena recorrer los volúmenes de la biblioteca del colegio, descubrir autores, entregarse a una lectura apasionada y, a la par, iniciar sus primeras tentativas serias de escritura. Su rebeldía se enfoco en sacar a los estudiantes Montalvinos, a las manifestaciones. Como era un connotado atleta de la selección del colegio, jamás fue atrapado por las huestes policiales y eso unido a su verbo convencedor, lo convirtieron sin querer queriendo en un líder entre sus compañeros de estudio.

Todo iba bien, hasta que Darío tuvo que suspender sus estudios en el colegio, porque fue sometido a dos operaciones de columna, estuvo seis meses en cama y solo podía mover su cabeza, pues la mitad de su cuerpo estuvo enyesado, allí conoció Darío lo que es movilizarse en una silla de ruedas, aquello no fue un obstáculo en la vida, solo una fortaleza mas, con la cual supo levantarse de esa silla y dominar los terribles calambres en sus piernas, cada ves que él intentaba caminar. Su lucha rindió sus frutos, Darío, volvió a saborear la pasión del atletismo.

La discapacidad no amilano a este artista que suplió con inteligencia lo que la educación convencional no le dio, especialmente en literatura: algunos clásicos del modernismo latinoamericano e hispanoamericano, de la narrativa, del realismo social, de la Generación del 30 en Ecuador, fueron a claras, sus influencias y por su puesto, el mítico Charles Baudelaire, el poeta maldito. De alguna manera esto de las letras, tomo forma de graffiti en sus manos y se plasmo en las paredes en la ciudad de Quito, con frases como: Busco paredes blancas donde editar mis sueños Atte. El del bastón.

Su ingreso en calidad de oyente practico a la Facultad de Artes de Quito,
estuvo marcado por una mentalidad centro izquierdosa que influenció su obra pictórica. En ese tiempo Darío sufrió otro revés, fue diagnosticado con Retinosis Pigmentosa. Ese problema visual hizo que se retirara de dicha escuela de artes. Su pensamiento político siempre estuvo influenciado por los barbudos revolucionarios cubanos, quienes se convirtieron en un símbolo para la juventud latinoamericana. Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y Camilo Cien Fuegos, pasaron a ser para Darío en un referente necesario, en modelos de conducta ética y política.



Esto de alguna manera influencio el carácter de Darío,
quien se auto definía como un nazareo (son aquellos hombres que llevan el cabello largo con una línea natural en medio de la cabeza y la barba muy larga) con esa pinta y su inflamable boina negra, parecía haber sido extraído de la mismísima Bahía de Cochinos, solo le faltaba el fusil, que para él era su pluma, su pincel y su lata de aerosol. Durante el gobierno de León Febres Cordero, fue perseguido por tener nexos con ciertas gentes, peligrosas para las elites. Darío, seguía pintando, haciendo sus milagros de cincuenta por sesenta, hasta que una mañana a este poeta - pintor todo se le volvió sombra definitivamente y sus manos se convirtieron en sus ojos. Sólo su fortaleza mental y espiritual, hizo que no decayera su espíritu inquebrantable, lleno de una persistente alegría de vivir... que se resumía en su frase predilecta: -Soy guerrillero: amo la vida-
Darío Ramos, un hombre común, creo a este personaje, al “pintoretto” hasta con sus propios nombres y apellidos en varios idiomas, porque decía ser un ciudadano del mundo. Este poeta - pintor soñaba con crear la Asociación de Quiteños Residentes en Quito, pues esta ciudad, esta llena de “chagras”, léase afuereños. Y es que cuando alguien saludaba al pintoretto, el terminaba la salutación con el característico y quiteñisimo “¿como le va?” y levantaba al tiempo su sombrero de paño, prenda insustituible del elegantísimo traje que vestía, de acuerdo a la ocasión, e incluía un elegante bastón con cabeza de caballo fundido en bronce.

X MI DERECHO A DECIRLO muy pronto en su mesa !
El Azur pintoretto de black stone era un extraño personaje de cultura proverbial,
quien tejía una autentica araña para envolver las ideas entre las redes de su verbo, pues indudablemente era un inquieto izquierdoso, que tenia el combustible en su palabra, para mantener viva su ilusión revolucionaria y, al mismo tiempo desgranaba sus artificios en sus cuadros azules y en esa poética de su lenguaje, que le permitió ser un buen representante de esa cultura oral expresada por él, en calles y plazas, en donde recitaba de memoria y sin desliz paginas enteras de su autoría. Esté poeta - pintor quería o más bien soñaba como Lautrement, en ser exquisito en sus gustos de comida, libros y mujeres...

El pintoretto, fue un artista que derrotó al pesimismo, que no se auto aisló.
Fue el quien le puso cascarillas a la sombra, la misma que acabo rodeando sus ojos, él brillo en su batalla al ordenar a la sombra que se vuelva luz en sus manos y de ellas surgieron cuadros solo vistos en la mente de un artista ciego y fueron plasmados con sus dedos, que de alguna manera podían ver lo que hacían. Cuando el pintoretto llegaba a alguna galería, pedía a alguien previamente, que le describiera la obra exhibida, y luego tomaba el pelo a algún asistente incauto, criticando la exposición con un verbo muy locuaz y a continuación se alejaba abriendo su bastón blanco, dejando boquiabierto a su interlocutor. Esta es la típica sal quiteña de un personaje quiteño, de alguien que surgió y camino en las calles del quito del siglo de ayer... El pintoretto, un personaje nada común.


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