lundi 3 août 2009

DEMOLICIÓN EN MOVIMIENTO (reloaded 5)


El río del muerto
novela

“EL CAUDOLOSO RÍO DE LA MEMORIA QUE NO MUERE”…


Cuando en los años 30, los escritores ecuatorianos decidieron asumir ser "la voz del pueblo", asumieron su corazonada con valor; aunque lejanos a ellos, asumieron la realidad india con ojos de mishu; la asumieron aunque impostando la voz, hablando con boca de patrón o de amanuense de hacienda; la impregnaron de un “humanismo occidental” (véase judeo-cristiano) donde el hombre es siempre dueño de su razón antropocéntrica; desde la perspectiva de un hombre que se olvidó de dónde vino, a pesar de que su madre naturaleza nació hace mil de millones y él, como especie, apenas hace algunos cientos de miles...

Cuando Fernando Farías en su novela El río del muerto, asume la literatura de su tierra: la ancestral Mana-Wí, no lo hace como ayer lo hicieron los escritores del realismo social: desde una perspectiva “política”, o “indigenista”, o “chola”, o “montubia”; lo hace desde una necesidad básicamente espiritual: desde una necesaria valoración y reconstitución de su identidad manabita ¡Sorpresa ! dirán con sorna aquellos que tienen los pies bien puestos en otras tierras, aquellas del mundo global, ¡pero si vivimos en la era de la cultura globall!...; mas, no por ello deja ser válida la necesidad de recuperar el paraíso perdido de “la identidad manaba”, recuperar el oculto himen de la tierra nativa, aquel paraíso del amor fino, de la pelea de gallos o del duelo de rudos espadachines; recuperar aquel de las viejas gestas alfaristas.


Así, con el tejido de historias que desovilla en primera persona el entrañable Capi: “guerrero de la paz y la justicia”, -personaje central de su novela-, Farías narra las historias de constitución de caseríos, poblados y ciudades manabitas. Con él nos situamos en la poética de la diversidad cultural costeña y ecuatorial, o mejor, en la singularidad del mágico mundo del trópico; desafiando con sus textos la humana y natural paradoja de una provincia desarraigada, en donde sus nuevos escritores parecerían aferrarse a sus raíces con una nueva dimensión cultural y humana; así, nos hacen constatar que aunque en el país florezca una pléyade de nuevos “escritores profesionales”, hay también otra que intenta contraponer su ética de escritura, a la irracionalidad, la mercadotecnia y al “mundo light” y pretendidamente “apolítico”
del aquí y ahora.


De esta manera, Fernando Farías Sacón,
persigue esa trascendencia telúrica y también montuna, de cascadas, de fuego y de paja toquilla; de aire y de serpientes, de lunas tiernas, de rudo viento y de elementales; busca otra vez una cosmovisión y una poética escrita con el corazón del trópico; y, quién sino el poeta para intuir los " malestares de la cultura", puesto que él demuestra ser un buscador de la literatura como una bruja aliada que le permita enraizar en sus nuevas leyendas:
bellas mujeres, aguardiente, machetes rebeldes y fantasmas alfaristas,
para las actuales y nuevas generaciones.


Diego Velasco Andrade,
Ki to, julio 2009

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