mardi 15 décembre 2009

NUEVAS NARRADORAS ECUATORIANAS 9


Jackeline Erazo
Quito, 1983
Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Politécnica Salesiana.
Integra los talleres de literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,
coordinados por Diego Velasco Andrade, desde 2008. Actualmente prepara su primer libro de cuentos y una novela sobre mitología y vida cotidiana en el mundo egipcio.


La neófita madre lo esperaba para luna llena, conforme había previsto la sacerdotisa.
-Debes aguantar, eres una madre valiente- le aconsejaban las parteras pero la madre sabía que algo andaba mal. -Falta un poco más y podremos estar tranquilas, no defraudes a toda una generación- dijo Sebga, la ansiosa y futura abuela de tan esperado heredero, caminando de un lado a otro. Su rostro estaba cubierto por una frívola capa de arrugas. Sus ojos intentaban engañar al tiempo cubriéndose con penetrante pintura negra. “No he pasado por fuego para que hasta ahora te vengas abajo” pensaba ella. -Solo falta un poco y el niño nacerá para cumplir con su majestuoso destino-. Todos los cortesanos del pueblo aguardaban afuera con sus ojos destellantes a la espera de aquel niño que se convertiría en un eslabón entre los hombres y los dioses.
En el paisaje cultural de lo que llegó a convertirse en el señorío egipcio, mucha gente buscaba la grandeza a través de profecías y sacerdotisas, a través de sueños y cultos. Debía valer la pena todos esos sacrificios- decía la gente- ¿Quién sino este niño haría emerger a Egipto hasta un reinado divino y prosperaría al pueblo en sobremanera? Pues así lo explicaba la profecía:
“En la Luna llena del alto Egipto, en la establecida cosecha (nadie sabe con exactitud a qué hora) surgiría un hombre, eslabón entre los dioses y los hombres a quien se dotarán talentos divinos sobre la tierra, el agua y el viento. Su destino será brillar sobre naciones en prosperidad y dominio. Su vida y su sangre estarían atadas al resplandor de Egipto. Este hombre será considerado un dios y nunca padecería de hambre o sed, frío o calor; toda necesidad humana sería satisfecha siempre en él. Primicia de un imperio futuro de una larga tradición de Faraones. Profecía que amenazaba también una maldición: Si en algún caso dicho hombre decidiera escapar a su destino, todos los talentos divinos que se le otorgaron serían reemplazados por la cualidad humana más despreciada por los dioses: la capacidad para amar.”

(Fragmento de novela)

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