vendredi 14 mars 2008

10/80 VENENO PARA POETAS (4)

EDUARDO MORAN NUÑEZ

Guayaquil, 1957.
Integró el grupo literario Sicoseo, en el Guayaquil setentero. En 1980 la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas publicó su primer libro de poemas con el título de MUCHACHO MAJADERO que recoge la producción poética de su etapa de adolescente En 1985 la Universidad Autónoma de Zacatecas, México, publicó su segundo libro de poemas titulado NO PUDIMOS MIRARLA DE MANERA DISTINTA. En 1998 La Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas publicó su tercer libro de poemas: LOS LUGARES MALICIOSOS. Su poesía ha sido catalogada como irreverente y al decir de Fernando Nieto Cadena “Se respira una atmósfera que va de la ironía al sarcasmo. El humor que rodea sus textos es un humor directo
que ronda la agresión”.

Ejerce su profesión de Arquitecto desempeñándose, además, como Fiscalizador de los trabajos de regeneración urbana que lleva a cabo en su ciudad natal el M. I. Municipio de Guayaquil y la Fundación GUAYAQUIL SIGLO XXI.



De, NO PUDIMOS MIRARLA DE MANERA DISTINTA, México, 1985


TERRIBLE AUTOPUNICION


Cuando, metida en tu amplio traje de luto,
me pediste prestada la motocicleta
para realizar tu largo viaje de verano,
yo me quedé cavando profundidades
metafísicas
en el patio interior del estómago.

Llegué a comprender
que tu vieja Biblia de cuero
era el matamalezas recio
que impedía crecer mis sueños
lo mismo que un jefe de fábrica.

Entonces descubrí
que bajo tu tinturada melena
escondes un cementerio de oraciones
lo cual, para mi educación de cuarta
escuela,
no es más que suciedad acumulada.

Después de esta intermitente
y útil, terriblemente útil, auto punición
lo que hasta aquí estaba claramente limitado
derrumbó sus limites;
empero
me quedó en el fondo de la cabeza
una luz fuerte que sustraje
y repartí entre mis linternas.

Desde ese junio
hasta tu regreso ocurrido en febrero,
un demonio
vino a echarme una mano con la casa
y las tareas de cocina.
No cobró ni un centavo;
pero me dejó objetos inútiles
como ese barómetro
que rueda por ahí,
perdido en alguno de los cuartos
y que algún día clavaré en tu esternón.

Será entonces que encontraré el camino,
oscilaré,
volaré,
como una página arrancada
del Deuteronomio
hasta la cima de las montañas.

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