jeudi 27 novembre 2008

SON DEMOLICIÓN...1

Imagen Pedro Herrera

ALFONSO MURRIAGUI VALVERDE y
MI SOMBRA Y SU BOÍNA

En este su más reciente libro, el poeta Murriagui, maduro, reflexivo y sapiente, el que ha vivido muchos soles y lunas, nos ha tendido el lazo de los ancestros; aquí el poeta tzántzico reaparece Así, la memoria, la nostalgia y los recuerdos, se confiesan en estas páginas que escribe bajo la sombra de los años y con su boina guerrillera a cuestas, testimonio para sus amigos, colegas y contemporáneos, o para quienes queramos aprender de sus experiencias y alegorías, que la memoria personal si no se la escribe, es fugaz y se vuelve cada vez más lejana,
porque para el veterano poeta la memoria:

…”Viene como los cantos posesivos,
como la dulce niña
que me dejó sus peces;
como la voz materna y sus silencios
poblados de ternura”



Alfonso Murriagui cuando militaba en el movimiento tzántzico

Es pues en la dirección vital del agua, del amor y de la memoria colectiva, que la mejor poesía de Alfonso Murriagui “se dice”,- por sí misma-, y no por las palabras de otro, ni por el canto o alabanza de ningún crítico de opereta o de algún “canónico” de la lengua; se dice por sí misma y permanece, intentando restaurar con sus versos, no solo la infancia del mundo y de la voz poética subjetiva, pero también la infancia de nuestra propia identidad: de nuestra gran infancia colectiva ecuatorial.

Una infancia con mitos y personajes legendarios y también con seres diminutos, vulnerables y de carne y hueso. Mas a diferencia de la poesía apolítica y hermética o de aquella truculentamente abstracta, -tan en boga en nuestros días-, los poemas de Alfonso Murriagui, aún permanecen insuflados de humanidad y de solidaridad humana, aquella solidaridad y juventud que atraviesa las generaciones y aún es capaz de traernos sus destellos y fulguraciones...



Alfonso Murriagui Valverde
Demolición en movimiento

“Nacimos cuando el mundo todavía era bueno, sin hornos crematorios, ni átomos infernales. Deambulamos junto a un río que aún no había sido encadenado; los sueños vivían en nuestros ojos y era fácil pescar las ilusiones debajo de cualquier eucalipto rumoroso...”, nos dice el niño interno del poeta; ese mismísimo niño, hoy el “abuelo Alfonso”, quizás aquel memorioso padre colectivo que todos hubiésemos querido tener, para que nos leyera en la chimenea de un cálido hogar, los poemas que hoy se encarga de recordarnos el siempre vital
e irreverente poeta tzántzico Alfonso Murriagui Valverde .

Diego Velasco Andrade

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