mardi 2 février 2010

DEMOLICIÓN EN MOVIMIENTO: SERIE ENSAYOS 3



SOBRE EL RETORNO DE WIRAKOCHA
Y LAS FALACIAS DEL "DESARROLLO"*

Por Ata­wall­pa Ovie­do


"Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla,
dominen a los pescados y a los pájaros en el cielo y a todo animal que se arrastre por la tierra."

Génesis 1, 28

“Cuando la Tierra haya sido devastada
y los animales mueran, una nueva tribu vendrá sobre la tierra
con muchos colores de fe, y por sus acciones y rituales
harán que la tierra sea aun más verde. Ellos serán conocidos
como Los Guerreros del Arcoíris."

Antigua Profecía Amerindia


Todos hablan ahora del efecto invernadero, del cambio climático y de sus posibles soluciones. La mayoría plantea que básicamente hay que reducir la emisión de gases para evitar una gran catástrofe natural. Mas, para los pueblos de tradición, el asunto va mucho más allá: no solo en referencia al cambio climático sino a la vida humana y natural en su conjunto.

Para ellos, el punto central está en la visión o concepción sobre la vida que tienen unos y otros pueblos. Es decir, en la forma de relación que tienen los seres humanos consigo mismo y con la naturaleza. Existiendo básicamente dos posiciones opuestas: una, que maneja una concepción de separación, exclusión, jerarquización; y otra, una visión de inclusión, unión y armonización entre las partes y el todo.

En estos últimos 300 años se impuso el modelo de desarrollo: de “progreso ininterrumpido”, modernista, unicista, materialista. Este tiene su origen, por un lado en el Medio Oriente, entre los pueblos semitas cuando proclamaron a través de Moisés y sus 10 mandamientos, la idea del dios único, omnipotente, que se halla afuera y mas allá del cosmos, del dios antropomorfo, del dios absoluto creador de los hombres, de la naturaleza y del uni-verso. Esto desencadenaría la progresiva desacralización de la naturaleza, y la separación de hombre de su creadora: la naturaleza. Todo lo cual condujo a la concentración del poder político y económico en las elites religiosas y culturales dominantes, supuestas representantes de Dios en la Tierra; todo ello no ha cambiado hasta el día de hoy.


Paralelamente, en Grecia surgía la concepción de la propiedad privada y la visión de la inferioridad de la naturaleza con respecto al hombre, que sería el terreno fértil para que se implantaran las religiones monoteístas y las monarquías. Sócrates y Platón fueron los primeros en convertir a la naturaleza en un simple objeto desanimado y bruto, declarando así la inferioridad de la naturaleza y el derecho a dominarla, conquistarla y venderla para el bienestar del hombre.

Luego Descartes daría otro gran puntillazo separatista, al manifestar la diferencia dual entre sujeto y objeto, ante lo cual la naturaleza es solo un ente mecánico y cuantificable; lo que ha conducido al monólogo individualista que vive el actual hombre moderno. El golpe final lo dio Marx, cuando planteó que el problema humano es la propiedad sobre los medios de producción y su concepción materialista sobre la vida: es decir, la naturaleza es un medio para el hombre, pues solo el trabajo tiene valor. La naturaleza es solo un producto, sin espíritu ni conciencia, solo hay que discutir sobre su apropiación por las clases y luchar por distribuirla justamente.

Todo esto significó, el aniquilamiento total de la visión integradora y holística, que por milenios guió la vida de los pueblos sobre la tierra, para imponerse una visión divisionista y exclusivista, donde el hombre es el centro (antropocéntrica), amo y señor de todo cuanto hay en la tierra; instaurándose desde ahí el dominio patriarcal y el esclavismo hasta la actualidad. A este modelo de vida, se llamó pomposamente: “civilización”, “adelanto”, “progreso”, “modernidad”, “desarrollo”; aquello ha llevado al uso y abuso de la naturaleza, y de aquellos seres humanos que deben explotar al máximo los recursos naturales para su beneficio son más inteligentes, suspicaces y astutos de la raza humana.

La llamada “civilización” es la clara expresión de oposición a las culturas, sistemas sociales que estaban ligado a la naturaleza, a lo viviente, y que seguían la dinámica del cosmos, y se movían al ritmo de las leyes de la creación.

Esto nos lleva a reflexionar, que el problema humano no está determinado en la igual o desigual distribución de la riqueza, o en la eficacia de los modelos de desarrollo económico o crecimiento, sino básica y prioritariamente en la visión de relación que el ser humano tiene sobre sí mismo y sobre la naturaleza. Es decir, si el ser humano se puede sentir integrado, interrelacionado e interdependiente con el todo. Si el hombre puede respetar a la naturaleza y por ende respetar a los seres humanos, con sus diferencias culturales y espirituales. Si el hombre puede dejar de creer en aquellas mitologías en donde es hijo del “pecado original” y que fue traicionado por la mujer (manzana-diablo) y expulsado del paraíso (madre-tierra). Si el hombre puede volver a una visión sagrada de la vida, que implica una visión de reciprocidad, de correspondencia, de cooperación entre el todo y todos. Es decir, si podemos sentirnos y vivir como una gran familia planetaria, donde nuestros padres primarios son el sol y la tierra, quienes sostienen y mantienen nuestra vida en el cosmos y a los cuales debemos cuidado, honor, celebración, retribución.

Los religiosos conquistadores se impusieron primero en Roma y luego en toda la Europa, poniendo fin a las culturas originarias que se habían formado durante más de 15.000 años, de una manera propia y natural. Ellos son los responsables en particular de la extinción de la sabia cultura de los celtas. A su vez los europeos cristianizados la impusieron en el mundo entero, instaurando el sistema económico, jurídico y psicológico de la culpa, del castigo, de la jerarquización y de la dominación, propio de la doctrina semita (judeo-católico-musulmán) que subsiste hasta nuestros días. Los conflictos religiosos de Medio Oriente se transformaron en guerras santas en el mundo entero, especialmente en Europa con las Cruzadas y durante la Inquisición.

Posteriormente este triste episodio se repitió en los continentes de Amérika y el África, a los cuales se sometieron con los mismos argumentos. Así mismo, son los europeos los primeros que lo han implementado en estos 2.000 años de alienación y ostracismo, y los otros pueblos van por el mismo camino, básicamente sustentados en el fundamentalismo de Medio Oriente. No es casualidad que sea así, se­gu­ra­men­te ellos se­rán los úl­ti­mos en despojarse de esa creen­cia y qui­zás ahí se ter­mi­na­rá con la san­gre de­rra­ma­da por ir tras la con­quis­ta bár­ba­ra de una tie­rra pro­me­ti­da, de un pue­blo ele­gi­do y de un jui­cio fi­nal.

Todo esto implica para el mundo americano y andino, el construir un modelo de vida fundamentado en los principios de relación, reciprocidad y complementariedad, y no en los principios de oposición antagónica y de “lucha de contarios”, concepción occidental maniquea y antagonista de las nociones entre el bien y el mal, o de clases sociales que han dirigido a Medio Oriente desde hace 3.000 años o a occidente desde hace 2.000 años, y a prácticamente todo el mundo global desde hace 500.

Otra visión distinta de la vida: la de armonía entre los opuestos, aquella de la comprensión de lo diverso y lo diferente, la siguen viviendo desde milenios hasta el día de hoy, los pueblos y culturas de tradición andina, aunque solo sean unas pocas, las que recuerden, mantengan y respeten su cosmovisión primordial.

Los hombres y mujeres de sabiduría y tradición, dicen que la única oportunidad de supervivencia de esta humanidad, no radica en reducir los gases de invernadero sino en reducir y eliminar “los gases desarrollistas”, las prácticas consumistas, empíricas o ego centristas, de las sociedades megalómanas y monomaníacas de occidente. Los abuelos de tradición dicen que la naturaleza es sabia y que está reaccionado inteligentemente ante los atropellos de la que viene siendo objeto. Dicen que la Pachamama está amorosamente llamando la atención de sus hijos e hijas y que el Padre Sol está enviando las señales para que el hombre lúcido retorne al orden natural...

YUYAK ÑAN
SENDERO HACIA EL SOL INTERIOR

Pa­ra nosotros hoy en día es im­por­tan­te ha­cer una di­fe­ren­cia
en­tre cul­tu­ra oc­ci­den­tal y ci­vi­li­za­ción oc­ci­den­tal. Cul­tu­ra vie­ne de cul­ti­var, que se­ría el ac­to de cul­ti­var el ar­te, el al­ma, las cien­cias, la tec­no­lo­gía, la tierra. Ci­vi­li­za­ción vie­ne de ci­vi­lis, cuan­do sur­gie­ron en Gre­cia la polis y la propiedad privada; y posteriormente su ensamblaje con los dogmas y esquemas monistas y “monomaníacos” de las religiones Sunitas del Medio Oriente, lo que sig­ni­fi­có el “inicio del fin de la cul­tu­ra oc­ci­den­tal”. Es de­cir la se­pa­ra­ción y do­mi­na­ción de la na­tu­ra­le­za, pues la relación íntima con la naturaleza (animismo) sig­ni­fi­ca­ba para el cristianismo y luego humanismo de occidente: ido­la­tría, paganismo y ba­jas pa­sio­nes que atan al
“es­ta­do ani­mal”, al “estado salvaje”.

Esa fue su per­di­ción desde Sócrates, lo que llevó a occidente crear un mun­do ar­ti­fi­cial, in­sen­si­ble y por supuesto es­cla­vis­ta. To­das las cul­tu­ras del mun­do habían crea­do una tec­no­lo­gía pe­ro siem­pre en ar­mo­nía con la na­tu­ra­le­za, pe­ro esta “ci­vi­li­za­ción” de matriz griega y judeo- cristiana, con­si­de­rada a sí misma como un es­ta­do su­pe­rior de es­truc­tu­ra so­cial, to­do lo ha des­trui­do y de­ge­ne­ra­do, lle­gan­do a pro­du­cir “las bac­te­rias” y “los vi­rus” (genocidio, miseria, paranoia, polución) más des­truc­to­res de la his­to­ria hu­ma­na.
¿Y a eso le lla­man “progreso
y a eso ­ca­li­fi­can de paí­ses de­sa­rro­lla­dos?

En ciertas épocas y en otras no. Las cul­tu­ras ame­ri­ca­nas no han si­do per­fec­tas, pe­ro sí mu­cho más cons­cien­tes de los principios de dualidad, diversidad y variedad, que otras ci­vi­li­za­cio­nes. En Amé­ri­ka tam­bién ha­bía des­ni­ve­les en­tre unos y otros gru­pos o so­cie­da­des, pe­ro un buen por­cen­ta­je de los ha­bi­tan­tes ha­bían al­can­za­do un gran ni­vel de equi­li­brio social. Aquí no era el pa­raí­so perfecto, pues tam­bién había gue­rras y ex­pan­sio­nes, y en al­gu­nos ca­sos con mu­cha vio­len­cia y san­gre; pe­ro aquello no era la cons­tan­te o el mo­de­lo de vi­da óptimo tal como el de Europa. No eran pue­blos con­quis­ta­do­res ni in­va­so­res en su gran ma­yo­ría, era más bien una ex­cep­ción; en com­pa­ra­ción a los pue­blos ci­vi­li­za­dos que han si­do to­tal­men­te invasores y con­quis­ta­do­res, deviniendo ese su es­ti­lo de en­ten­der y de vi­vir la vi­da, como hemos visto reproducir durante los últimos 2.000 años. Pe­ro lo im­por­tan­te y lo que na­die pue­de des­co­no­cer, es que te­nían y te­ne­mos hasta ahora, una gran li­ga­zón y res­pe­to a la “madre na­tu­ra­le­za”. Eso sig­ni­fi­ca que sa­bía­mos lo que es cui­dar, amar, va­lo­ri­zar al otro, al diferente; por eso se res­pe­ta­ba las creen­cias y va­lo­res de los ven­ci­dos, co­mo lo re­co­no­cen mu­chos cro­nis­tas eu­ro­peos. Se per­mi­tía que los ven­ci­dos con­ti­nuaran con sus cul­tos re­li­gio­sos, al mis­mo tiem­po que ellos apren­dían, aquel de los ven­ce­do­res.
Es de­cir, sa­bía­mos lo que es vi­vir de acuer­do a los prin­ci­pios de la Ma­dre Tie­rra y el Pa­dre Sol, de res­pe­tarlo to­do, in­clu­so lo di­fe­ren­te. Nues­tras cul­tu­ras son cul­tu­ras de in­clu­sión, en cam­bio las ci­vi­li­za­cio­nes de occidente y medio oriente fun­cio­nan en la ex­clu­sión, esa es la di­fe­ren­cia que “epistemológicamente” nos opo­ne. No­so­tros no separábamos ni di­vi­díamos na­da, to­do lo integrábamos, por eso in­cor­po­ra­mos a nues­tra tra­di­ción al cris­tia­nis­mo pro­fun­do, por eso he­mos asi­mi­la­do a la cul­tu­ra oc­ci­den­tal a nues­tra cul­tu­ra, la he­mos adap­ta­do y adop­ta­do
a nues­tro mo­de­lo de vi­da.

Se­gún occidente, sus ideologías nos han do­mi­na­do y cul­tu­ri­za­do (actualmente aquello constituye la base de toda una ideología del mes­ti­za­je) cuan­do lo que en realidad lo que he­mos he­cho es di­ge­rir­ ese pensamiento e integrarlo a nues­tra cos­mo­vi­sión, y es aquello que ciertos an­tro­pó­lo­gos lla­man de manera eufemista ¿sin­cre­tis­mo o hibridación? Estas son teo­rías que po­co a po­co se van de­sin­flan­do, por­que no tie­nen con­sis­ten­cia, no se pue­de ir por mu­cho tiem­po en con­tra de la na­tu­ra­le­za, de la conciencia, y del es­pí­ri­tu de un pue­blo en re­la­ción y ar­mo­nía con el cos­mos, armado de una verdadera cosmovisión.

Es­to no sig­ni­fi­ca que to­dos los pueblos y culturas americanas eran perfectas y que no ha­bía entre ellos diferencias y de­sa­cuer­dos. Por ello, pro­mo­vían el tawantin (relaciones complementarias) co­mo el ele­men­to ba­se de con­vi­ven­cia so­cial, co­mo se pue­de ver cla­ra­men­te en los prin­ci­pios y fun­da­men­tos de la Cruz An­di­na, Kori-chakana, que era el ele­men­to an­gu­lar de su prác­ti­ca de vi­da: la dualidad y la complementariedad. Si no fue­ra así, no hu­bie­ran lo­gra­do con­cre­ti­zar la cos­mo­vi­sión an­di­na, en una búsqueda de sa­bi­du­ría y de al­ta cien­cia que los llevo hacia altas cimas de conocimiento y sobretodo sabiduría. Sien­do ese el mar­co ba­jo el cual de­bía guiar­se el communis, o la as­pi­ra­ción en la cual sus sociedades de­bían cons­ti­tuir­se, para for­mar se­res humanos (runas) de con­cien­cia su­pe­rior; pues so­lo un pue­blo de al­ta con­cien­cia entre la ma­yo­ría de sus miem­bros, podría ha­ber sis­te­ma­ti­za­do una ciencia de saberes tan ele­va­da. Y, si en Amerika andina hu­bo mu­chos sa­bios, su existencia solo sería po­si­ble por­que se sabían par­te de un pue­blo sa­bio. Eso, significa en esencia el paradigma del Sumak Kawsay que estamos avizorando:


El pensar, el actuar pero sobretodo, el vivir sabiamente del ser humano, hombre y mujer, en acuerdo con la naturaleza y con el cosmos.

*Este texto constituye un fragmento del libro del autor:
Caminantes del Arcoiris, 2008

NOTICIAS DEL AUTOR

Atawallpa Makarios Oviedo
Riobamba, 1961
En el “mundo oficial” tiene un Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales. En los 80 activó el taller de literatura Matapiojo en Quito, junto con Pablo Yépez, Marco Núñez, Paco Benavides, Hernán Hermosa, Diego Velasco, entre otros, para luego fundar junto a otros artistas quiteños vinculados a la literatura, el teatro y las artes visuales: La Red Cultural Imaginar.

Su primera militancia estuvo orientada a la acción marxista leninista, mas a inicios de los 90 y coincidiendo con el primer levantamiento indígena, su encuentro con el yachag panzaleo Alberto Taxo, cambió radicalmente su manera de pensar e interpretar nuestra realidad. A partir de ahí, ha dedicado su vida al estudio y salvaguarda de La Cosmovisión Andina Ancestral y dentro de ello, a la medicina energética y espiritual.

Ha publicado dos libros de antipoesía, un ensayo sobre el graffiti poético de los 80 en Quito y tres libros sobre culturas ancestrales que han sido traducidos al francés: El Retorno del Hombre Rojo, Los Hijos de la Tierra, y Caminantes del Arcoiris (http://www.tuwamari.com/)
Desde el 2002, viaja todos los años por diferentes países de Europa, difundiendo a través de talleres, cursos y conferencias, la sabiduría y conocimiento de los pueblos andinos y americanos, así como imparte cursos en varias universidades en Ecuador. Su último libro: Caminantes del Arcoiris, fue premiado en el Primer Concurso Mundial de Arte Indígena.
Desde 2008 hace parte del
Movimiento Demolición.

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