"Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla,
Génesis 1, 28
“Cuando la Tierra haya sido devastada
y los animales mueran, una nueva tribu vendrá sobre la tierra
con muchos colores de fe, y por sus acciones y rituales
harán que la tierra sea aun más verde. Ellos serán conocidos
como Los Guerreros del Arcoíris."
Antigua Profecía Amerindia
Todos hablan ahora del efecto invernadero, del cambio climático y de sus posibles soluciones. La mayoría plantea que básicamente hay que reducir la emisión de gases para evitar una gran catástrofe natural. Mas, para los pueblos de tradición, el asunto va mucho más allá: no solo en referencia al cambio climático sino a la vida humana y natural en su conjunto.
Para ellos, el punto central está en la visión o concepción sobre la vida que tienen unos y otros pueblos. Es decir, en la forma de relación que tienen los seres humanos consigo mismo y con la naturaleza. Existiendo básicamente dos posiciones opuestas: una, que maneja una concepción de separación, exclusión, jerarquización; y otra, una visión de inclusión, unión y armonización entre las partes y el todo.
En estos últimos 300 años se impuso el modelo de desarrollo: de “progreso ininterrumpido”, modernista, unicista, materialista. Este tiene su origen, por un lado en el Medio Oriente, entre los pueblos semitas cuando proclamaron a través de Moisés y sus 10 mandamientos, la idea del dios único, omnipotente, que se halla afuera y mas allá del cosmos, del dios antropomorfo, del dios absoluto creador de los hombres, de la naturaleza y del uni-verso. Esto desencadenaría la progresiva desacralización de la naturaleza, y la separación de hombre de su creadora: la naturaleza. Todo lo cual condujo a la concentración del poder político y económico en las elites religiosas y culturales dominantes, supuestas representantes de Dios en la Tierra; todo ello no ha cambiado hasta el día de hoy.
Paralelamente, en Grecia surgía la concepción de la propiedad privada y la visión de la inferioridad de la naturaleza con respecto al hombre, que sería el terreno fértil para que se implantaran las religiones monoteístas y las monarquías. Sócrates y Platón fueron los primeros en convertir a la naturaleza en un simple objeto desanimado y bruto, declarando así la inferioridad de la naturaleza y el derecho a dominarla, conquistarla y venderla para el bienestar del hombre.
Luego Descartes daría otro gran puntillazo separatista, al manifestar la diferencia dual entre sujeto y objeto, ante lo cual la naturaleza es solo un ente mecánico y cuantificable; lo que ha conducido al monólogo individualista que vive el actual hombre moderno. El golpe final lo dio Marx, cuando planteó que el problema humano es la propiedad sobre los medios de producción y su concepción materialista sobre la vida: es decir, la naturaleza es un medio para el hombre, pues solo el trabajo tiene valor. La naturaleza es solo un producto, sin espíritu ni conciencia, solo hay que discutir sobre su apropiación por las clases y luchar por distribuirla justamente.
Todo esto significó, el aniquilamiento total de la visión integradora y holística, que por milenios guió la vida de los pueblos sobre la tierra, para imponerse una visión divisionista y exclusivista, donde el hombre es el centro (antropocéntrica), amo y señor de todo cuanto hay en la tierra; instaurándose desde ahí el dominio patriarcal y el esclavismo hasta la actualidad. A este modelo de vida, se llamó pomposamente: “civilización”, “adelanto”, “progreso”, “modernidad”, “desarrollo”; aquello ha llevado al uso y abuso de la naturaleza, y de aquellos seres humanos que deben explotar al máximo los recursos naturales para su beneficio son más inteligentes, suspicaces y astutos de la raza humana.
La llamada “civilización” es la clara expresión de oposición a las culturas, sistemas sociales que estaban ligado a la naturaleza, a lo viviente, y que seguían la dinámica del cosmos, y se movían al ritmo de las leyes de la creación.
Esto nos lleva a reflexionar, que el problema humano no está determinado en la igual o desigual distribución de la riqueza, o en la eficacia de los modelos de desarrollo económico o crecimiento, sino básica y prioritariamente en la visión de relación que el ser humano tiene sobre sí mismo y sobre la naturaleza. Es decir, si el ser humano se puede sentir integrado, interrelacionado e interdependiente con el todo. Si el hombre puede respetar a la naturaleza y por ende respetar a los seres humanos, con sus diferencias culturales y espirituales. Si el hombre puede dejar de creer en aquellas mitologías en donde es hijo del “pecado original” y que fue traicionado por la mujer (manzana-diablo) y expulsado del paraíso (madre-tierra). Si el hombre puede volver a una visión sagrada de la vida, que implica una visión de reciprocidad, de correspondencia, de cooperación entre el todo y todos. Es decir, si podemos sentirnos y vivir como una gran familia planetaria, donde nuestros padres primarios son el sol y la tierra, quienes sostienen y mantienen nuestra vida en el cosmos y a los cuales debemos cuidado, honor, celebración, retribución.
Los religiosos conquistadores se impusieron primero en Roma y luego en toda la Europa, poniendo fin a las culturas originarias que se habían formado durante más de 15.000 años, de una manera propia y natural. Ellos son los responsables en particular de la extinción de la sabia cultura de los celtas. A su vez los europeos cristianizados la impusieron en el mundo entero, instaurando el sistema económico, jurídico y psicológico de la culpa, del castigo, de la jerarquización y de la dominación, propio de la doctrina semita (judeo-católico-musulmán) que subsiste hasta nuestros días. Los conflictos religiosos de Medio Oriente se transformaron en guerras santas en el mundo entero, especialmente en Europa con las Cruzadas y durante la Inquisición.
Otra visión distinta de la vida: la de armonía entre los opuestos, aquella de la comprensión de lo diverso y lo diferente, la siguen viviendo desde milenios hasta el día de hoy, los pueblos y culturas de tradición andina, aunque solo sean unas pocas, las que recuerden, mantengan y respeten su cosmovisión primordial.
Los hombres y mujeres de sabiduría y tradición, dicen que la única oportunidad de supervivencia de esta humanidad, no radica en reducir los gases de invernadero sino en reducir y eliminar “los gases desarrollistas”, las prácticas consumistas, empíricas o ego centristas, de las sociedades megalómanas y monomaníacas de occidente. Los abuelos de tradición dicen que la naturaleza es sabia y que está reaccionado inteligentemente ante los atropellos de la que viene siendo objeto. Dicen que la Pachamama está amorosamente llamando la atención de sus hijos e hijas y que el Padre Sol está enviando las señales para que el hombre lúcido retorne al orden natural...
YUYAK ÑAN
SENDERO HACIA EL SOL INTERIOR
Esa fue su perdición desde Sócrates, lo que llevó a occidente crear un mundo artificial, insensible y por supuesto esclavista. Todas las culturas del mundo habían creado una tecnología pero siempre en armonía con la naturaleza, pero esta “civilización” de matriz griega y judeo- cristiana, considerada a sí misma como un estado superior de estructura social, todo lo ha destruido y degenerado, llegando a producir “las bacterias” y “los virus” (genocidio, miseria, paranoia, polución) más destructores de la historia humana.
Es decir, sabíamos lo que es vivir de acuerdo a los principios de la Madre Tierra y el Padre Sol, de respetarlo todo, incluso lo diferente. Nuestras culturas son culturas de inclusión, en cambio las civilizaciones de occidente y medio oriente funcionan en la exclusión, esa es la diferencia que “epistemológicamente” nos opone. Nosotros no separábamos ni dividíamos nada, todo lo integrábamos, por eso incorporamos a nuestra tradición al cristianismo profundo, por eso hemos asimilado a la cultura occidental a nuestra cultura, la hemos adaptado y adoptado
*Este texto constituye un fragmento del libro del autor:
Su primera militancia estuvo orientada a la acción marxista leninista, mas a inicios de los 90 y coincidiendo con el primer levantamiento indígena, su encuentro con el yachag panzaleo Alberto Taxo, cambió radicalmente su manera de pensar e interpretar nuestra realidad. A partir de ahí, ha dedicado su vida al estudio y salvaguarda de La Cosmovisión Andina Ancestral y dentro de ello, a la medicina energética y espiritual.
Ha publicado dos libros de antipoesía, un ensayo sobre el graffiti poético de los 80 en Quito y tres libros sobre culturas ancestrales que han sido traducidos al francés: El Retorno del Hombre Rojo, Los Hijos de la Tierra, y Caminantes del Arcoiris (http://www.tuwamari.com/)
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